"La luz es el suceso más espacial del universo". Wynn Bullock
DIGRESIÓN SEIS: Stoner, de John Williams. No consigo recordar ningún libro que me haya hecho sentir las sensaciones tan terribles y desoladoramente próximas que he tenido leyendo Stoner. Se me ha pegado de tal modo al estado de ánimo que leía sin poder apartar la mirada de las líneas que se sucedían inexorablemente a medida que avanzaba. La verdadera y convulsa fuerza, al menos para mí (no había leído ninguna referencia crítica sobre sus obras), es que dota de una verosimilitud a sus desdichados personajes que solo puede sobrecogerte. Stoner soy yo, en alguna parte de mi ser soy Stoner; es más, todos somos Stoner y nadie lo es. Es el hecho de vivir fuera de uno mismo, de ser una especie de autómata que vive y muere ajeno a sí mismo, siendo él mismo. Es una indagación mareante sobre la cobardía y valentía extrema, no hay término medio. Mi vida, nunca habría podido ser como la suya, pero en realidad es la misma. La lectura de esta novela me ha provocado un vértigo que sé que se parecería mucho al que sentiría asomándome a mis sombras y verdades. «Y había querido ser profesor, y lo fue, aunque sabía, siempre lo supo, que durante la mayor parte de su vida había sido uno cualquiera. Había soñado con un tipo de integridad, un tipo de pureza cabal, había hallado compromiso y la desviación violenta de la trivialidad. Se le había concedido la sabiduría y al cabo de largos años había encontrado ignorancia. ¿Y qué más?, pensó. ¿Qué más? ¿Qué esperabas?, se preguntó». John Williams
Comparada con el continuo arrastrar de las cosas hasta el límite.
Nadie puede detener el fluir, pero nadie puede hacerlo
empezar tampoco,
El tiempo transcurre rápidamente; nuestras penas no se
transforman en poemas,
Y lo invisible permanece como es…
Mark Strand (traducción Dámaso López García)
Dieciséis de septiembre. Nueve y diez (a.m.): hoy llueve. Es la primera lluvia impregnada de olores otoñales. En Septiembre, pero con sabor a Octubre. Otoño ya. Mi decaimiento, casi otoñal, no impedirá que a las doce y media viaje a Madrid con tres intenciones: comprar químicos para mi trabajo de laboratorio de la semana que viene, ver la exposición de Turner y los maestros, en el Museo del Prado, y visitar a mi tío Clemencio Fuentes González, importante chef de alta cocina en los años setenta y ochenta. Ahora lo que se entiende como tal, es otra cosa. Si fuera posible, preferiría comer algún plato preparado por él, que probar los resultados de dudosas investigaciones aireadas hasta el paroxismo por los medios de comunicación. Pero, en fin, manda el negocio, siempre el negocio. La fotografía de hoy, nada tiene que ver con ningún tipo de negocio y, por supuesto, carecería de importancia que no tuviera que ver con Nada del mundo. Sin embargo, si me preocuparía un «poquito» que tampoco tuviera que ver con mi vida.
NOTICIAS DE LA DICHOSA NUEVA WEB XIV: con ese continuo movimiento, bajando y subiendo, llevo ya casi cinco meses. Suena exagerado, pero fatalmente ha sido así; aunque, bien es cierto que, por fallos de planificación, he tenido que rehacer tres veces todo. La causa de tanto desacierto ha radicado en que primero solo pensé en una distribución en series de mil fotografías y descarté el resto; luego, aumenté a cinco mil, y descarté el resto, para más adelante incluir todas y vuelta a empezar. A medida que avanzaba desordenadamente, fui comprendiendo que, ya que había puesto manos a la obra, no podía dejar sin ordenar parte del conjunto porque siempre pensaría que era un trabajo sin terminar, abandonado, y eso me dolería. Si hubiera aplicado la mínima inteligencia habría visto que ese era el único camino sensato de abordar la tarea y me habría costado la mitad de tiempo y esfuerzo el propósito pero, como ya vengo diciendo, tengo las capacidades que tengo y ni un ápice más…