"...no veo mayor verdad que ironizar sobre nuestra propia identidad…". Enrique Vila Matas
El otro día me tropecé con un titular de prensa en el que un futbolista decía que «no se puede vivir sin reír». Tenía razón. Se puede vivir riendo poco (mi caso), pero la calidad de vida de los adustos me parece sensiblemente peor que la de los sonrientes o abiertamente rientes. El tipo de la fotografía, por ejemplo, no sé de qué se ríe tan estruendosamente, pero su alegría, a pesar de su escasa belleza, era contagiosa y provocaba una cierta empatía con su causa, es decir con él mismo. No hay causa superior a esa. Ya está. Y ahora una cita para disimular un poco: «Es curioso constatar hasta qué punto los sentimientos más naturales forman el fondo y la sustancia de lo que la gente considera en nosotros turbio y corrompido». Irene Nemirovsky
DIGRESIÓN TRES (Post Scríptum): Como con la obra de teatro que comenté en días pasados, hoy, después de escribir las impresiones que me provocó La gran belleza, que tanto y tanto entusiasmo me produjo (diario de ayer), me encuentro con un artículo de Iñaki Ezquerra, filósofo y escritor del que no he leído nada, que en un sesudo y aceptablemente bien construido artículo arremete con fuerza contra ella, en nombre de una cierta pureza ético-estética. Utiliza la tan denostada posmodernidad como arma arrojadiza letal, supongo que en nombre de un cierto regeneracionismo que solo conduce a sabidas fórmulas extenuadas ya. Ezquerra expresa contradicciones como ésta: «Nada es grande, y menos aún la belleza, que solo podemos degustar en pequeñas, precarias, pobres y parciales dosis. La posmodernidad no ha rebatido esa tesis moderna, sino que abunda en ella y la lleva a las últimas consecuencias. Ha cuarteado todavía más los absolutos. Lo que sucede con «La gran belleza» es que Sorrentino ha llevado la posmodernidad a su apoteosis. Ha hecho una película tan posmoderna que no solo ignora la modernidad, sino la posmodernidad misma». Claro Iñaki, porque los decadentes, y aún más los que ni siquiera tenemos desde donde caer, también queremos vivir y gozar de la belleza, y yo con La gran belleza lo he conseguido, por algo será. No entiendo bien a Ezquerra cuando contrapone a Sorrentino con Fellini, y con los Taviani, y con Pawlikowski, y con las vanguardias y hasta con Quevedo; pero esa es una comparación tramposa. Fellini era un artista genial, mucho, y los demás también, pero eso no tiene porque arrojar a Sorrentino a los infiernos. Por otro lado, además, desde la Roma de Fellini a la de Sorrentino han pasado cuarenta años y eso es determinante: en el mundo de la creación, tan solo unos pocos años, hacen que los enfoques cambien sustancialmente (nadie podría hacer ahora westerns como John Ford, por ejemplo). Podría escribir largo y largo intentando rebatir a Iñaki, pero este diario no va de eso. Lo que si diré es que estoy harto de leer tanta estúpida maldición a la posmodernidad desde argumentos que atufan hasta el mareo a «moralina» y corrección «humano-progresista». Naturalmente, como el otro día, me quedo con mis impresiones y proclamo que La gran belleza es una creación gozosa de vívida belleza. Ah, y el vacuo y lacrimógeno personaje Jep Gambardella (según Iñaki) dice cosas que a mí me resuenan, luego me valen, mucho: …»Siempre se termina así, con la muerte, pero primero ha habido una vida escondida bajo el bla, bla, bla. Todo está resguardado bajo la frivolidad y el ruido, el silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo. Los demacrados en constantes destellos de belleza, la decadencia, la desgracia y el hombre miserable, todo sepultado bajo la vergüenza de estar en el mundo, bla, bla, bla. En otros lugares hay otras cosas, a mí no me importan los otros lugares así pues que empiece la novela. En el fondo es sólo un truco, sí, solo es un truco». (Jep Gambardella) Paolo Sorrentino y Umberto Contarello
OTRO SÁBADO DE JULIO (Desfile del Orgullo Gay)…No, a estas alturas de mi edad es imposible que me interese la gente en general (o en particular), sus representaciones ideológicas, sus creencias, sus causas o sus motivaciones. Menos todavía los movimientos y gestas que organizan con sus compañeros de viaje. No, a mí ya no me interesa nada de eso, luego me da exactamente igual que mis fotografías representen fielmente el espíritu que les anima, o que su causa sea justa, o necesaria, o cualquier otra cosa. Obviamente, si tuviera que elegir qué razones me son más cercanas o hacia las que siento más simpatía, siempre me inclinaré por las que representen mayor libertad y amplitud de horizontes vitales, por supuesto. O dicho de otro modo, y en lo que se refiere a mis intereses fotográficos de los que hablaba anteayer, siempre me sentiré más a gusto colocando en mi visor a un Gay con ganas de disfrutar de la vida, que a un catolicón adusto y sombrío. Pero ni una ni otra son mis causas; mi única causa es la supervivencia y la Nada. Y el Vacío feliz. Lo demás me da exactamente igual (menos la sonrisa con la que me protege del mundo Naty)…
«Una buena sonrisa, innecesaria y absurda, es un tónico». Pedro Juan Gutiérrez
A poco que me descuido las cosas me salen serias y transcendentes. Llevo mucho tiempo ya intentando arrojar de mi manera de ser una leve pero indeseable «pedantería». No lo consigo, la llevo en las entrañas. Las últimas series de Gentes que he presentado me han salido algo tristonas (y un poco pedantes). Sin embargo, afortunadamente, no creo ser triste, ni depresivo, ni fatal. Aunque tampoco soy alegre, ni divertido. Más bien creo ser blanquinegro tirando a gris perla. Quizá la elección de este color sólo sea un deseo de discreción, porque la sutileza del gris siempre me ha parecido elegante y espiritual. Desde mi sentido de la vida, un tanto desvaído (y ligeramente pedante), pero siempre dispuesto al colorido y a que todo vaya mejor de lo que va, me gusta fotografiar personas que sonríen o ríen abiertamente. Por eso esta serie la he titulado: -Las alegres verdades-. La alegría es verdad, porque si fuera mentira no sería alegría, sino una ridícula mueca sin sentido. La risa también es verdad, aunque, en demasiadas ocasiones sea vulgarmente estúpida.