"Vengo como vencedor de mi mismo". Don Quijote
9:00 AM. Aquí vivió y trabajó durante unos años un herrero con afición al arte, algo alocado y extemporáneo pero con una fuerza sincera y entrañable (su retrato apareció en este diario el 7.09.200. Hay algo suyo en el ambiente, lo percibo al fotografiar y creo que se desprende de todas las imágenes que se van componiendo casi por sí solas.
EL PASEO DIARIO. Segunda parte (de cuatro): Sí, a pesar de que siempre hemos sabido que no figuraríamos en ninguna historia, no hemos dejado de trabajar y trabajarnos porque no había otra solución para nosotros. Al fin y al cabo todas las historias de gloria, sin excepción, serán pasto de aniquilamiento y olvido eterno. Lo que más nos ha importado ha sido nuestra propia vida y nada más. Nuestro propio e irrenunciable relato. Hemos utilizado el sueño del arte para intentar traspasar fronteras de realidad y llegar a algún territorio inexplorado, desconocido para el resto de los hombres y colocar allí nuestra bandera, lejos de todos y de todo, como y necesario argumento de nuestro existir. De nuestro pequeño pero irrenunciable sitio en el mundo.Todos somos iguales en eso, con arte o sin él. Decimos que amamos el arte, pero como dice John Banville: «Todo amor es amor a uno mismo». Balmaseda, me enseñó hace unos meses su ojo seco y me habló de su tristeza por no haber sido amado por el mundo artístico; pero qué más da eso Balmaseda -pensé-, lo esencial fue que mientras explorabas y trabajabas soñabas que eras, que vivías. Pero no se lo dije porque a él ya solo le importaba su queja, su lloroso lamento. Declinar lo injusto que ha sido el mundo con él. Hoy también me traje pegada a mi costado mi vieja cámara pequeña y he fotografiado el sitio vacío donde estaba plantado su Quijote, orgulloso y desafiante, como el propio Balmaseda. Fotografié la ausencia, quizá pretendiendo salvar lo que no tiene salvación. Nadie sabrá nunca de esta fotografía que contiene una sentida celebración mágica de lo perdido; sencillamente porque el hecho fotográfico solo dialoga en el territorio íntimo e intransferible del propio fotógrafo…
EL PASEO DIARIO. Tercera parte (de cuatro):También fotografié la barca volcada que utilizaba Balmaseda para venir a martillear hierro en la solitaria orilla y volver a su casa. Venía a su fragua y volvía a su casa en ella, cruzando el río. Toda una metáfora sobre el viaje a otro mundo. Caronte redivivo. Yo, como siempre hago cuando bajo al -no lugar- de la ciudad, voy y vuelvo por un angosto sendero, de unos doscientos metros de largo y treinta o cuarenta de ancho, delimitado longitudinalmente por el río a un lado y por la pendiente vertical del terreno al otro. Por hoy ya estaba bien de melancólicas reflexiones, debíamos irnos. Llamé a Charlie Brown, que estaba muy entretenido con sus vertiginosas carreras de un lado a otro, ajeno a mis dolencias, para iniciar el ascenso hacia la carretera. Nosotros no teníamos barca y la ciudad, escondida pudorosamente detrás de la niebla, no nos interesaba gran cosa…
Mi fotografía homenaje a El Quijote (que no ha sido preciso que me encargue nadie)
«Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida , pues me has quitado la honra« Miguel de Cervantes
De vez en cuando me acerco a visitar los restos del naufragio de Antonio Balmaseda, en la misma orilla del rio. Me gusta bajar hasta el límite, al pie de la misteriosa montaña. Aunque aquí se la conoce solo como cerro, si te caes desde lo más alto precipitándote por la vertiginosa pared vertical de piedra, mueres seguro, así que para mí alcanza la categoría de montaña y además impresionante, mistérica, sombría. Me siento bien en ese lugar, contemplando cómo la ciudad trepa cuesta arriba, sobre mi cabeza, protegido por la barrera natural del agua que baja despacio. Nuestro Caronte local hacía la travesía subiendo río arriba, remando duramente hasta la mitad del cauce, para luego dejarse caer a favor de corriente moviendo lo remos ligeramente para hacerla llegar hasta el pretil de desembarco y atraque. De aquella época han quedado dos construcciones de piedra que fueron su hábitat, separadas la una de la otra por veinte o treinta metros. En una de ellas, la más cercana al agua, tenía la fragua y en la otra medio vivía. Balmaseda trabajaba duramente golpeando infatigablemente hierros candentes con los que fraguaba su vida y su leyenda. Le fotografié hace treinta y un años. Le recuerdo como un hombre nervioso, siempre activo, siempre ideando nuevas obras a las que daba forma abruptamente. Sus obras carecían de sutileza pero rebosaban instinto, fuerza y textura dramática. Eran una perfecta mezcla de aspereza brutal y contundencia expresiva. A veces le veo por la calle, de lejos…
LAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro XIII. Este abandonado y oxidado foco se encuentra en un paraje apartado de mi ciudad, o más bien frente a ella; probablemente sea el lugar que más me gusta. Cuando me acerco y deambulo entre la vegetación salvaje y las muchas piedras que hay en el entorno, me siento bien, tranquilo y con el ánimo receptivo a todo tipo de sensaciones. Quizá sea porque es un lugar olvidado, impregnado de melancolía. He positivado esta fotografía porque sabía que ofrecía valores que funcionarían muy bien y porque positivo casi todo lo que hago en ese lugar. Quizá la imagen resulte fácil, pero da igual, me ha gustado trabajarla en el -cuarto-. Mañana traeré al diario otra del mismo lugar, recién salida de las cubetas de revelado.
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 35 mm. Ilford SFX 200 (800)
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 60 mm)
Papel: Ilford Multigrado Baritado
Tamaño: 18,5*27,7 cm
Grado de filtro: 2
Tiempo de exposición: 10 y 30” (dependiendo de la zona)
Reveladores: Eukobrom
Fijador: Tetenal (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio
Secado y planchado
Copias realizadas: 2
Destino: caja de cartón en un mueble ad hoc
Tiempo de guardado en la caja: inespecífico (seguramente hasta mi muerte, momento en el que terminará en un contenedor de basura urbano)