Ejercicio de felicidad turística…

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Alba Iulia, (Rumanía)
Soporte de imagen
-120 ILFORD SFX 200 (100)
Fecha de diario
2024-04-09
Referencia
1462

CENA RARA 1.3
“Solo hago vida social cuando tengo ganas de aburrirme”. Jules Renard
Miércoles, veintisiete de marzo de 2024

…Y el restaurante era: Asccuas, Santa Engracia 114, Madrid, en el que los colegas de mesa y mantel estábamos citados, a las 21 horas.
Por la mañana me rapó la cabeza mi peluquera y le dije que se esmerara (no hace falta, ella lo hace muy bien) porque por la noche tenía una cena con desconocidos. Le hizo mucha gracia y me dijo que un día me pasara para contarle el resultado. Ni me cobró siquiera. Creo que mi peluquera y yo estamos destinados a ser amigos.
A estas alturas el cuentecito del día me parecía excitante y divertido, sobre todo por el lado intrigante y absurdo del acontecimiento. Gastronomía más posible aventura: insuperable plan para un miércoles por la noche.
Además, el día siguiente, jueves, quedaría en algún momento del día con una nueva “amiga” de la página de contactos de la que normalmente nunca obtengo nada. En este caso pienso en lo mejor de esa cita: esa mujer me había causado una excelente impresión a través de dos largas conversaciones telefónicas.
Del silencio y la nada a la más sofisticada y barroca experiencia social y todo en el breve intervalo de menos de veinticuatro horas. Esa confluencia apelmazada de hechos inverosímiles era el indicio innegable de que nada saldría bien.
Salí hacia Madrid a las siete en pleno diluvio. Ambiente invernal. Desapacible a más no poder. La atmósfera debió meterse en mis huesos y ánimo porque a medida que conducía sentí un progresivo desánimo y una corrosiva autocrítica hacia lo que iba a hacer. No tiene sentido, me repetía obsesivamente. Y, lo que es peor, ya no me apetecía una mierda confraternizar con una gente que nada tendría que ver conmigo. Es más, realmente, yo no deseo relacionarme con nadie ¡hay que ser gilipollas! Me repetía avanzando bajo una lluvia torrencial.
Dejé el coche en un parking algo alejado y me dirigí al restaurante caminando despacio, azotado por un viento desapacible…
La Fotografía: Recreación de un encuentro gastronómico. El despropósito empezaría a materializarse enseguida…

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Alba Iulia, (Rumanía)
Soporte de imagen
-120 ILFORD SFX 200 (100)
Fecha de diario
2024-04-11
Referencia
1463

CENA RARA 1 y 5
“Las veces que me comprendo un poco, comprendo menos a los demás”. Antonio Porchia 
Jueves, veintiocho de marzo de 2024

… De lo que hablamos, más o menos: tendencias culturales y sociales actuales, marcadas por el ominoso protagonismo digital de las redes sociales y mensajería diversa; patrimonios artísticos, históricos y culturales dependiendo de las zonas del mundo, teniendo en cuenta que había dos mujeres americanas (ganábamos los europeos); de política, también, pero de puntillas (alto riesgo de confrontación furibunda que no venía al caso); del Covid y la triste y exigente experiencia que supuso para todos; algo de televisión, uno de los hombres trabajaba en una cadena.  Algunas cosas más, pero ya no me acuerdo. Nada de lo hablado dejaría huella en ninguno de nosotros. La estadounidense apenas hablaba porque no dominaba bien el español; la venezolana, haciendo gala de una más que dudosa corrección se sentía más interesada por el mundo que le ofrecía su móvil y permanecía silenciosa y enfadada con el plato que había elegido (según ella no estaba bien cocinado); y la que cenaba a mi lado, la profesora veterana, no me acuerdo lo que dijo a lo largo de la cena (ahora soy incapaz de recordar su cara). La conversación la sosteníamos los hombres, (eso ya lo he dicho), separados de nuestras últimas parejas los tres. Ellas no sé si lo estaban o no, pero daba igual. El interés en alguien se sabe si tendrá lugar en el primer segundo, luego ya no, y había sido que no.
El final de la dichosa cena se hizo esperar, quiero decir que se hizo larga, pero finalmente sucedió. Ellas se levantaron una a una y fueron a pagar lo suyo como escondidamente. Nosotros, despreocupadamente, repartimos el resto a partes iguales.
No hubo momentos de complicidad, de sobreentendidos, de risa, de verdadera y auténtica relajación y comodidad. Fue un puto trámite. Nos comportamos como lo que éramos: extraños.
Los organizadores que habíamos contratado (suscripción) para después de la cena proponían la asistencia a un bar de copas para seguir la velada y se supone que con la posibilidad de confraternizar con los asistentes a otras cenas de igual carácter, en otros restaurantes.
Las mujeres dijeron que ellas, de ninguna manera y salieron a toda prisa del restaurante sin mirar atrás (mejor así). Nosotros, lo hombres, que no habíamos gustado a las mujeres (ellas a nosotros tampoco), fuimos al bar propuesto, al lado de la Puerta de Alcalá, tomamos una copa y charlamos amigable y cordialmente.
Me pregunto: ¿repetiré la experiencia? No lo sé, probablemente no ¡fue tan frío, formal y tonto todo!
Comidas o cenas, se disfrutan con personas queridas (o con las que se haya empatizado de antemano); difícilmente con extraños que no volverás a ver.
Para rematar el despropósito, al volver me equivoqué varias veces en las salidas de las vías principales y llegué a casa mucho más tarde de lo previsto (a las dos). Por si fueran pocos los contratiempos, la cena me sentó fatal (no entraré en detalles) y dormí peor que mal ¡vaya nochecita!
La Fotografía: …Las mujeres, de espaldas, mejor así…

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Alba Iulia, (Rumanía)
Soporte de imagen
-120 ILFORD SFX 200 (100)
Fecha de diario
2024-04-07
Referencia
1464

CENA RARA 1.1
“Somos seres sociales: sin los ojos de los demás no existimos”. Manuel Vilas
Lunes, veinticinco de marzo de 2024

Ahora, en estos días, estoy viviendo con plena consciencia el establecimiento de mi residencia definitiva en el campo marchito de la soledad. Sí, antes o después tenía que llegar ese momento (vengo aclimatándome a la atmósfera de ese desolado planeta desde hace dos años, más o menos).
A medida que iba aproximándome observaba que el paisaje iba resecándose. Las praderas vivenciales empezaban a escasear y aunque no había llegado todavía al páramo inhóspito el silencio se espesaba y nubes de polvo tremolaban en el horizonte.
Todos los indicios indicaban que el silencio total caería pronto.
Sin embargo, aún me quedaban algunas fuerzas para resistir. Sería el último impulso de un héroe banal que nunca se da por vencido del todo.
En el éxodo del mundo real lo único que podía hacer para aguantar la travesía a ninguna parte, era unirme a otros refugiados como yo y seguir avanzando, apoyándonos los unos en los otros.
Algo parecido debía de estar soñando en la somnolencia del sesteo de primera hora de la tarde, hace unos días, cuando me encontré con un titular de prensa que me costó enfocar en el que informaban del inicio de actividad de un sitio web radicado en muchos países occidentales, en el que ofrecen un servicio de organización de cenas entre desconocidos.
El propósito, según medio vi, era el de ofrecer un servicio de ayuda a los aquejados de soledad (casi todo el mundo lo está), para socializar con desconocidos y no necesariamente para ligar, aunque eso nunca esté descartado porque es la pura naturaleza humana la que manda (paradoja: la naturaleza ya está en fuga a cierta edad). Enseguida entendí que se trataba de una sofisticada y puede que ridícula alternativa al fraudulento y decepcionante vacío que provocaban las páginas de contactos virtuales, territorio donde medran estúpidamente gentes cobardes y desaprensivas.
Me sedujo la idea porque a los desesperados nos vale cualquier cosa; pero sobre todo, lo que me atrajo es que era una opción analógica al tenebroso y frustrante mundo virtual.
No lo dudé un momento, a priori nada tenía que perder, salvo los 50 € de una suscripción por tres meses (como no tenía ese dinero, me lo presté). La adhesión al asunto me permitía asistir a una cena semanal, todos los miércoles a las nueve de la noche. Eso suponía doce cenas (no obligatorias, por supuesto) que no prometían la dicha y aseguraban la ruina.
En estos casos puede haber una resistencia mayor que el dinero; y es la de reconocer estar colgado y más solo que la una (contingencia frecuente a partir de la cincuentena, que arreglo no tiene). Ese reconocimiento no me supone ningún problema: exhibo mis carencias sin pudor en aras de mantener gallardamente mi verdad actual sin complejos. Ya solo me queda eso, la confesión displicente que me otorga autoridad moral. O al menos así lo siento.
Solo me faltaba discurrir por la vida disfrazado de lo no soy y de lo que no tengo, escondiéndome medrosamente, además.
-Tengo que probar- me dije…
La Fotografía: Recreación de una comida (que no cena) a la que, en mi fuero interno, no había llegado ningún comensal todavía, salvo yo…

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Alba Iulia, (Rumanía)
Soporte de imagen
-120 ILFORD SFX 200 (100)
Fecha de diario
2024-04-08
Referencia
1465

CENA RARA 1.2
“El problema esencial de la vida estriba en cómo salir de la soledad, cómo comunicarnos con los demás”. Cesare Pavese
Martes, veintiséis de marzo de 2024

… Esta misma tarde, víspera del día de la cena, la organización se comprometía, a partir de las siete, a dar alguna sucinta información sobre los asistentes.
A esa hora me encontraba en la consulta de un traumatólogo al que había ido porque me caí hace cuatro meses y seguía con molestias en mi hombro derecho. Llevaba conmigo el informe de una ecografía que informaba sobre mi daño:  Posible fractura traumática de la superficie ósea del troquiter. Tendinopatía.
Entré en la consulta y me encontré con el traumatólogo de expresión más triste del mundo. Hombre joven y pálido, ambas cosas a la vez (creo que también llevaba corbata, pero de eso no me acuerdo bien) al que me dieron ganas de dar un abrazo y reconfortarle por la inmensa tristeza desvitalizada que emanaba de su descolorida cara.
En cuanto a lo mío, me recomendó dar un tiempo de espera para que el cuerpo, por sí solo, reparara el tendón que estaba dañado (de las dolencias de su espíritu no me habló). Me pareció lo más sensato ya que, aunque lentamente, creí que estaba mejorando. Le di las gracias más entusiastas de las que fui capaz; es más, debí decirle que tenía poderes curativos (no lo hice por si no lo entendía) porque desde que pisé su consulta había mejorado exponencialmente (estaba casi curado). Al despedirse no movió un músculo de su cara. Le dio igual haber hecho feliz a un paciente. Salí pensando que, probablemente, la tristeza dotaba de poderes pero no estaba seguro porque yo suelo estar triste muchas veces y no, a mí eso no me pasa.
Consulté la información que había recibido de los maestros de ceremonia de la cena del día siguiente: aparte de profesiones que creo que eran causa menor (o no); informaban sobre la procedencia de cada uno de los asistentes: cuatro de España; uno de Brasil; uno de Venezuela y otro de EE.UU., siete en total, pero sin especificar el género. Temía que todos fuéramos hombres, aunque en absoluto pretendía ligar, una cena solo de tíos sería muy plana, me parecía.
Gran atrevimiento por mi parte prestarme sin mucha fe al juego del anonimato; pero en eso, exacta y únicamente en eso, radicaba el interés. Y en estar aburrido.
El día siguiente, 27, día de la cena, a las nueve de la mañana sabría el restaurante donde se celebraría…
La Fotografía: Mi posición y actitud tendría que ser expectante, pero, curiosamente no lo era; todo lo contrario, solo esperaba que lo peor no asistiera; pero eso es imposible porque siempre acude…

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Alba Iulia, (Rumanía)
Soporte de imagen
-120 ILFORD SFX 200 (100)
Fecha de diario
2024-04-10
Referencia
1466

DIARIO ÍNTIMO 96.4
“Hay momentos en los que todo va bien: no te asustes, no duran”. Jules Renard  
Miércoles, veintisiete de marzo de 2024

… Procuré no llegar el primero, me parecía inelegante. Las calles estaban vacías, batidas por un viento frio que no auguraba nada bueno. En las inmediaciones me crucé con una mujer que me pareció una anciana y tuve el pálpito de que podría cenar a su lado.
El restaurante, vacío, salvo una mesa en la que ya había tres personas: dos hombres maduros sentados juntos y una mujer al otro lado (con la que me había cruzado) y una silla libre a su lado. Me tocó esa. Soy un augur de la mala suerte.
Las presentaciones, muy formales, dándonos todos cortésmente la mano y diciendo nuestro nombre que olvidamos en ese mismo momento (yo por lo menos). Poco después llegó la estadounidense, una mujer increíblemente delgada, increíblemente pálida e increíblemente mal vestida. La palidez de su cara de ojos pequeños y oscuros, asediados de arrugas, sin el menor atisbo de maquillaje, me daban un poco de miedo.
No me agradan las mujeres que desprecian ciertas convenciones sociales, como colorear su cara o su pelo, en aras de una naturalidad innecesaria que en absoluto las mejora (por qué no, queridas, dar amor y cuidados al cuerpo, embellecerse para sí y para los demás). Arreglarnos es un gesto de generosidad que ofrecemos gentilmente hacia los que compartirán con nosotros presencia, espacio y tiempo; lo contrario es casi una afrenta, un desprecio miserable en aras de una vulgar individualidad reivindicativa de no sé qué, aparte de una falta de educación social (si no fuera equívoco e innecesario culturalmente, yo me maquillaría). En cuanto a la mujer sentada a mi lado, creo que estaba en la sesentena porque todavía no se había jubilado (profesora de ingeniería, no supe en qué especialidad ni en qué universidad, pero eso era lo de menos). Había ido un poco más allá en el envejecimiento de lo que podía corresponderle. A veces, eso resulta una ingratitud de la naturaleza exasperante, como para enfadarse con el destino, cuando ya no toca enfadarse con nada ni con nadie. Quizá solo había sido cosa de mala suerte.
Los dos hombres, simpáticos y jóvenes, comparados conmigo: uno de cincuenta y cuatro y otro de cincuenta y ocho; ambos con brillantes carreras profesionales que ahora no vienen al caso. Los tres, con toda la buena predisposición del mundo, enseguida empatizamos entre nosotros y nos echamos a la espalda la estrambótica y absurda reunión.
Y en eso llegó la sexta invitada, venezolana, cuarenta y tantos años y entradita en carnes con exageradas protuberancias por diferentes partes de su cuerpo. Faltaba el participante brasileño (hombre o mujer, no se sabía), que no llegó nunca.
Los organizadores proponían a través de una pestaña de su web, para romper el hielo entre desconocidos que éramos, nos hiciéramos preguntas que ellos sugerían ¡una bobada! Era como para adolescentes tímidos e incompetentes. Solo hicimos una y fue porque uno de ellos lo propuso (era a la tercera cena a la que asistía) y en las dos anteriores la experiencia, al parecer, les funcionó. Entre nosotros no.
Llegó la hora de elegir menú y los hombres optamos por pedir algún entrante y un segundo; ellas solo el segundo, y dejando claro que solo pagaban lo suyo. Pues claro, queridas, faltaría más.
Comenzamos a cenar…
La Fotografía: …Todo se desarrollaba por los cauces previsibles, sin mirarnos con verdadero interés ninguno. De espaldas a lo que estaba ocurriendo…

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Alba Iulia, (Rumanía)
Soporte de imagen
-120 ILFORD SFX 200 (100)
Fecha de diario
2024-04-12
Referencia
1469

DIARIO ÍNTIMO 97.1
Me apetecía mucho ver a una mujer desconocida y sugestiva…
Viernes (santo), veintinueve de marzo de 2024

A las ocho de la mañana, maldita la gana que tenía de levantarme. En la calle llovía y en mi dormitorio también. Boca arriba, con los ojos abiertos, miré al techo y pensé en la tarde anterior. Decidí que escribiría sobre lo que sucedió y no sucedió el Jueves Santo, por la tarde, lluviosa, también.
Volví de Madrid, la noche anterior, oyendo Baumgartner, de Paul Auster (estoy empezando), en esta historia, el protagonista de nombre que da el título a la novela, un viudo de 70 años (qué casualidad, aunque yo viudo no soy), aterrado ante la posibilidad más que probable de su soledad, pide en matrimonio a una mujer dieciséis años más joven (ya viven juntos y se quieren), pero, por lo pronto, su amiga o novia le ha dicho que no. Nadie se casa con alguien de setenta años, y sobre todo, una mujer de cincuenta y cuatro. No sé cómo terminará el cuento, pero apuesto doble sobre sencillo que mal, como todos los de viejos.
Me pregunto para qué coño me voy a levantar hoy y no esperar al domingo de resurrección.
Me contesto: para escribir, porque eso me apetece siempre.
Contar lo que me pasó ayer por la tarde; lo de la noche del miércoles ya lo he contado en las últimas entradas. Lo de hoy será otro capítulo de la misma historia que se repite y repite y repetirá hasta el final de mi tiempo.
No, no estoy deprimido en absoluto (ya nunca lo estoy, o sí, y lo estoy siempre pero no lo noto porque me he acostumbrado).
Sí, estoy hondamente decepcionado, sin el menor atisbo de ilusión por ningún lado.
En estos últimos días había aparecido una mujer desconocida, a través de la dichosa página de contactos.
Siempre me sorprende e ilusiona el hecho extraordinario de que una mujer se detenga unos momentos a mirarme (que no a verme) y hace que me entregue palmoteando como un niño aniñado a explorar ese territorio, que yo supongo tan misterioso como una isla con tesoro.
Habíamos cruzado mensajes y dos llamadas telefónicas largas en los últimos tres días. La empatía que sí había funcionado, creo, hizo que nos viéramos enseguida.
Era una mujer inteligente y con personalidad y eso era suficiente para probar, ya lo creo que sí. Quedamos a las siete de la tarde en una calle de Madrid, Príncipe de Vergara. Las sensaciones físicas que pudiéramos sentir mutuamente, serían esenciales y determinantes.
Nos encontramos con puntualidad…
La Fotografía: Empezamos nuestro aséptico y evaluativo (algo escéptico, también) encuentro mirándonos…

"Los enigmas hablan entre sí..." Arturo Pérez Reverte

Juego con una silla abandonada en la casa de los Comendador, también abandonada…

El oráculo estático y el brillante futbolista senil…

No le alcanzaba la vista al hombre blanquinegro…

Sofocante tarde de verano y el medroso deseo…

"El cuerpo es el gran poema". Wallace Stevens