"FOTOGRAFIA. Cuadro pintado por el sol, sin necesidad de aprender arte…". Ambrose Bierce
(sábado por la mañana) La ciudad que mejor conozco y más he caminado después de la mía, y otra que ahora no viene a cuento mencionar, es Lisboa; es la que más me gusta. En su paisaje me siento integrado, puedo mirar sin sentir irritación en los ojos y andar despacio. Mi cámara lo nota y se encarga de fijar afinidades y diálogos como en ninguna otra ciudad que conozca. Quizá sea por lo que dijo de ella John dos Pasos: «una nostalgia dormida». De vez en cuando la recordaré en este diario contando historias fotográficas. También la visitaré siempre que pueda para fotografiarla y así aliviarme de la conjuntivitis que me provoca la fealdad que hay que soportar diariamente.
Últimamente no me siento cómodo en mi papel de fotógrafo callejero, ocasional y turístico. Empiezo a sentir un cierto malestar que tiene que ver con el cansancio, y la imposibilidad de llegar a algo más allá de la mera anécdota. Sí, porque me pregunto: ¿tiene algo que ver conmigo lo que fotografío?; o, ¿fotografiando progreso en mi percepción del mundo y de mí mismo?; o, ¿consigo desarrollar y profundizar en mi inconcreto sentido estético o metafísico, a partir de lo que fotografío?; o, ¿los encuadres parciales de la realidad que elijo, me hacen aproximarme a alguna de las claves o retazos de alma de algo o alguien? Sinceramente, lo dudo, y la incertidumbre no me hace feliz, es más, ni siquiera me acerca a una leve e improbable satisfacción…
DIGRESIÓN CUATRO. Una palabra tuya. España (2008). Guión y dirección: Ángeles González-Sinde (novela de Elvira Lindo). Intérpretes: Malena Alterio, Esperanza Pedreño, Antonio de la Torre, Chiqui Fernández, Marilyn Torres, María Alfonsa Rosso, Luis Bermejo, Juan Sanz. Película modesta, sin pretensiones gloriosas, pero que resulta una gratísima sorpresa. Dos mujeres jóvenes se encuentran después de muchos años sin verse (desde su época de colegio) y, por iniciativa de una de ellas, construyen una entrañable amistad. Mujeres solas, abocadas a ser presencias residuales y prescindibles en un mundo inhóspito. No tienen amigos, ni compañía sentimental, ni siquiera encuentros sexuales ocasionales. Ambas, solas frente a la ciudad. Son barrenderas y su trabajo no les gusta. La historia discurre lenta, aburridamente, como la vida misma, porque las vidas de las protagonistas lo son, y los únicos movimientos que las remueven son pérdidas. De pronto, inesperadamente, un hallazgo hace que sus vidas den un vuelco transcendente. El destino sale a su encuentro abruptamente y las transforma. A partir de ese momento sus vidas son otras. Excelente guión adaptado de una novela de Elvira Lindo (hecho que me impulso a ver la película, confío en la inteligencia de esa mujer), que te hace escalar a altos niveles de intensidad dramática, gracias también a unas excelentes interpretaciones femeninas. La última media hora de narración resulta intensa, creíble y espléndida, salvo el broche final que resulta un tanto forzado por el afán bienintencionado pero innecesario de poner esperanza donde no puede haberla. Determinados autores necesitan incluir como colofón algún detalle de humanismo compasivo para confortar a sus lectores, o quizá a sí mismos.