"El Arte no es para nada la vida, sólo se le parece". John Banville
En el laboratorio, en una sesión de positivado de alrededor de siete horas o más (es el tiempo que duran las mías), ocurren muchas cosas. Fotografías sobre las que tenía expectativas y que resultan fallidas: después de un intento sé que son insalvables, haga lo que haga. Sin embargo, otras, con las que no había contado, aparecen esplendorosas. Negativos contiguos, y que aparentemente tienen la misma densidad porque están tomados en el mismo escenario y con un intervalo de tiempo muy corto, y además con el mismo revelado, necesitan tiempos de exposición distintos para alcanzar los mismos tonos, contraste y sentido. La razón, aunque aparentemente inexplicable es sencilla: la luz, sutilmente, va cambiando a lo largo de la toma. A partir de esa circunstancia apenas perceptible, la respuesta del proceso físico químico es distinta. Esa eventualidad me suele ocasionar quebraderos de cabeza y malograr copias. A veces demasiadas.
…Bien, como no soy un teórico del «Arte» y tampoco de la Fotografía, y mucho menos de la «Belleza» (también he llegado tarde a todo eso), decidí ceñirme a las percepciones casuales que me aportara un paseo tranquilo y atento por la ciudad y al hilo conductor que me fuera dictando mi desordenada cabeza. A partir de estas sencillas reflexiones y propósitos arrostré la búsqueda de la –contemporaneidad local– sin olvidarme de la fugitiva «Belleza», que siempre, inevitablemente, persigo a pesar del sensato planteamiento de Hegel sobre la importancia de lo «Significativo». Ya se sabe que la «Belleza» es una declinación vocacional, personal e intransferible, por lo tanto irrenunciable. No obstante, no podía olvidar que la fotografía, tanto por su naturaleza instantánea y frágil, como por su creciente y superficial proliferación, está alejándose de cualquier valor, tanto «Bello» como «Significativo» (esa es una de las razones por las que todavía sigo aferrado a mi pesada y ruidosa maleta de transporte, para que, al menos, algo de mis anhelos tenga peso). Hay opiniones de artistas-fotógrafos famosos, como Chema Madoz (esa decorativa tarta de crema que resulta tan «interesante» arrastrando las «eses» cuando emite sus finas y leves ideas, y que realiza fotografías de descomprometidas paradojas y acertijos visuales), que piensan que la abundancia contemporánea de imágenes puede enriquecer el lenguaje. Yo creo que no, pero es que no soy nada cremoso, sino más bien un reseco bacalao. Mi desalentado desfase temporal proviene de cuando me decidí por la fotografía como soporte y vehículo de búsqueda de la «Belleza» más que de lo «Significativo» (que tan poco me interesa), y ésta aún no había iniciado el viaje sin retorno a la nadería (ahora, probablemente, habría elegido la calcografía, por ejemplo). «Cada día es más frecuente el uso de las salas de exposiciones para mostrar fotografías sin el menor valor artístico, pero la «exposición de fotografías» es en sí misma muy actual. Y más barata que la pintura.» Félix de Azúa…
La etiqueta de fotógrafo me es indiferente y ajena. Otra cosa es el ejercicio de la mirada y del «hacer» fotográfico. Eso si es esencial y determinante. No en vano se percibe a plena luz y se resuelve en la oscuridad; como casi todo lo que es importante.
Llegué al espacio diáfano del paseo, terminado en unos volúmenes de hormigón, muy de ahora, actuales y bien pensados, diseñados por Rafael Moneo (me interesan mucho las obras de este arquitecto-artista). El paseo, que yo haya visto, ha tenido tres formas diferentes. Quizá la que más me gustaba era la primera, de tierra, con bancos, árboles y un kiosco de bebidas y refrescos. No, no me estoy poniendo nostálgico, simplemente, me gustaba más. El de ahora también me agrada. Me parece obligado el que en una ciudad antigua se inserten obras actuales, para así, aunque solo sea por eso, transmita la sensación de que vive en su tiempo, siempre en el presente, para así honrar el pasado y dar señales de que aún no se ha muerto del todo (circunstancia harto dudosa en este caso).
Esta otra fotografía está realizada muy cerca de la de ayer. Radicalmente diferente. Pertenece al tipo de las que se podrían definir como interpretativas. El dichoso realismo fotográfico no es un territorio amurallado, sin salida. Hay aberturas que conducen por veredas sinuosas a escenarios en los tiene lugar la representación de un imaginario propio. Estas fotografías no necesitan explicación: se perciben como el deseo, o el miedo, o la pena, o la belleza…