Fotografías irremediables, fatales, desesperadas tal vez…
Tetralogía del hombre caído
Primer acto. Voz en off:
La muerte ha entrado en el espejo y me mira cuando me mira. Rafael Argullol
Todavía se mantenía de pie; miraba hacia delante pero pensaba en cualquier otra dirección y, especialmente, en que mantenía un inestable equilibrio cada vez más débil y enfermizo. El miedo a perder la precaria verticalidad que le había sostenido en un mundo que nunca había llegado a conocer bien, en un escenario desconocido y hostil le asustaba. Sentía que su carácter no podría zafarse de las paredes blancas que avanzaban y que ya le impedían respirar bien. El desastre final no estaba lejos.
APUNTES PERDIDOS QUE REGRESARON PARA DARME UNA SORPRESA. El tres de diciembre de dos mil cuatro, salí a fotografiar. Hacía frío y me puse mi gabardina blanca y mi sombrero negro; es mi indumentaria más «artística», seguramente porque me parezco otro (lo de la «artisticidad» tiene que ver con intentar ser otro) lo de ser uno no es estimulante, puesto que uno ya sabe quien es y eso no es excitante; los demás se percatan y el aburrimiento se generaliza. De todas formas, con recursos tan escasos (una gabardina y un sombrero) no puedo pretender ser un gran artista (que no lo pretendo, aunque me gustaría), si al menos consiguiera vestirme a lo Dalí o hacerme algunos tatuajes, como García Alix. También podría engordar como Almodóvar y que me creciera una excrecencia «sensiblera, atocinada y casposa», como a él. Creo que nada de eso está a mi alcance (quizá lo de engordar sí, pero no bastaría) y lo peor es que «ser yo mismo» ya me lo sé.
Tetralogía del hombre caído Tercer acto. Voz en off:
Siéntate ya a contemplar la muerte. Antonio Gamoneda
Poco a poco las piernas fueron perdiendo consistencia, ya no sostenían el cuerpo. La ropa empezaba a pesar y la percepción del tiempo, del tiempo agonizante, le producía una opresión en el pecho que casi le impedía respirar. Se sentó y se apoyó en las paredes que volvían a ser blancas y blandas, opresivas y letales. Ya no quedaba tiempo y todo empezó a resultar indiferente y lejano. Todavía mantenía su gabardina y su sombrero al lado, por si todo hubiera sido un mal sueño y cuando despertara pudiera escapar de la trampa en la que había caído, sin darse cuenta.
Lo que realmente hice (por la mañana) el diez de junio de dos mil ocho:
* decidir incluir una nueva serie en esta web: Infrarrojo, y escribir la sinopsis de la misma (la he copiado de un diccionario).
* preseleccionar las fotografías que compondrán la serie
* escribir sobre el libro que leí el otro día (nueve de junio); es el diario de pasado mañana.
Sin embargo, si cumplí con el guión en lo del -escaneo-, es tan fácil; sólo tengo que colocar los negativos en el porta, introducirlo en el escáner y pulsar el botón verde que dice: escanear, y ya está. Me gustan las tareas fáciles; sobre todo porque las difíciles no me salen y resultan desastrosas para mi autoestima; aunque las fáciles también, porque no consigo engañarme del todo. De lo demás, nada de nada, cuando me he querido dar cuenta, la mañana se me había ido en tareas intermitentes e inconexas, como siempre. Ah, y no sé si he mejorado de la imbecilidad, porque del aburrimiento apenas.
…aunque, las imprescindibles acciones y movimientos, siempre conllevarán riesgos, como el fracaso o la CAÍDA…
VOCES de Antonio Porchia:
* Lo verdadero «está bien» me lo digo en el suelo, caído.
* Hay caídos que no se levantan para no volver a caer.
* Quise alcanzar lo derecho por sendas derechas. Y así comencé a vivir equivocado.
* No subas a los cielos por tan poco, que es muy triste bajar de los cielos por tan poco.
* El hombre, cuando no se lamenta, casi no existe.
* Estás triste, porque te abandonan y no estás caído.
* Eres cuanto te necesitan, no cuanto eres.
* Cuando me conformo con nada es cuando me conformo de todo.
* El hombre, con ser una tragedia, no vale una tragedia. No hay nada que valga una tragedia.
* Mostrarnos caídos no es vergüenza; vergüenza es mostrar lo que nos hace caer.