Miscelánea: "El hombre, cuando no se lamenta, casi no existe". Antonio Porchia
A propósito de Buñuel, en aquella época leí Mi último suspiro, su libro de memorias, con el que disfruté mucho. A mi siempre me ha interesado el surrealismo (ahora menos, aunque me sigue pareciendo fascinante) y me irrita que se utilice ese término con superficialidad incluyendo cualquier tontería u ocurrencia en ese campo. Esta es una fotografía que se me ocurrió para una exposición colectiva (fue un desastre, creo recordar) y que tenía que ver con mis entusiasmos de aquella época (incluí la máquina de coser por ser un icono surrealista).
LO QUE VI UNA MAÑANA CUALQUIERA VI (fotográficamente, claro, en tan solo dos horas).Lo más gracioso de esta fotografía es que, el individuo rendido, porque tiene los brazos en alto y no porque nadie lo apunte con un arma real, soy yo mismo hace unos poquitos años. Sí, ayudado por Naty, pintamos mi silueta en la pared y luego fotografié no recuerdo ya qué historia (performance se podría llamar en el argot artístico), y no, no era una alegoría de ninguna rendición, simplemente fue una ocurrencia, independientemente que se me ocurriera a mí, rendido desde antes de empezar la partida. Pero ¡¡¡qué bien me lo paso!!! con estos jueguecitos. La silueta es la de antes, la fotografía, del otro día, pero vale para este propósito porque hablo del inacabable y permanente conjunto de formas con las que -declino el paso del tiempo-. Es mi eterno empeño en el que estoy empeñado: una infinita declinación que me contiene, de la que ni puedo ni quiero salir. Voy y vengo y me rio y me desespero y para que todo duela menos fotografío. Estas seis últimas fotografías están realizadas en el breve intervalo de dos horas (y algunas otras que no he traído a este cuento), pero es que fotografiar es tan fácil y rápido que asusta. ¡¡¡Qué jodidamente banal es todo este empeño!!! Hay tipos, considerados «artistas» fotógrafos, que dicen cosas profundas y de mucha enjundia, como García Alix: «No busco ninguna estética determinada, salvo la que llevo dentro. Decidir dónde miro y con qué intencionalidad lo cual representa en el fondo una decisión moral es mí única estética (…) No tengo nada que contar que no sea yo mismo. Necesito estar de cuerpo presente, fotografiar mi entorno inmediato, lo que puedo tocar, lo que encuentro delante». Mienten y lo saben, o como mínimo exageran para mantener su culo a salvo. Todo es mucho más fácil, se hace en apenas dos horas. Y ya está. Y me maravillo y extraño y levanto los brazos, Muerto de Risa. FIN
…Según este cursillo acelerado de mi escuela de verano, de unos minutos diarios y tan sólo cuatro días, impartido por Marcel Duchamp, con la brillante clausura de T.S. Eliot, me da la impresión de que demasiadas cosas de las que he hecho a lo largo de más de treinta años, tienen muy poco sentido desde la perspectiva artística porque yo sí he caído en el autoanálisis, en bastardos y vastos ejercicios de consciencia y me he dejado llevar, en muchas ocasiones, por una autocomplacencia racional, deliberada y escasamente creativa…
…Al día siguiente: curiosa, y contradictoriamente, a las doce de la mañana partí hacía el mismo sitio, esta vez acompañado por Naty. Llegamos a la una y media y comenzamos a trabajar. No había nadie por ninguna parte. Entrábamos y salíamos de las casas y surgían algunas imágenes. Al salir de una de ellas vi un coche aparcado cerca que no era el nuestro. Me asusté un poco. Enseguida me divisó un tipo que vino hacía mí preguntando a gritos qué hacía allí. Comprendí sin esfuerzo que estaba muy enfadado. Le pregunté, por preguntar algo, si era el dueño de todo eso, a lo que me contestó que sí y que no había pedido permiso para entrar en su propiedad. A estas alturas ya había llegado junto a mí, era un hombre joven y fuerte, detalle nada tranquilizador, y a pesar de que balbucee una disculpa su irritación no bajaba de tono. Gritaba argumentos tan lógicos e incontestables como: -qué le parecería si yo me metiera en su casa sin su permiso- y cosas así, mientras yo no acertaba a explicarme convincentemente. En ese momento querría haberme volatizado, sin más…Pero, en esto, entró en escena Naty que se encontraba dentro de una de las casas y, ¡ahhh!, a partir de ese momento el tipo, asombrosamente, cambió de tono y de palabras y paso casi a disculparse; tanto, que se marchó inmediatamente diciéndonos que podíamos fotografiar tranquilamente el tiempo que necesitáramos. Y se fue. Increíble, prodigioso, y lógico al mismo tiempo: Naty es irresistible.