"Hemos descubierto la verdad, y la verdad no tiene sentido". G. K. Chesterton
SEIS DE ABRIL (un descubrimiento inesperado). Como todos los días, Charlie Brown y yo nos disponemos a explorar el mundo. Nuestro mundo cercano. Plano, previsible, intranscendente. Nunca esperamos nada especial. Somos seres vivos porque respiramos y no mucho más. Charlie al menos se ilusiona con otros seres vivos llamados conejos, aunque nunca los alcance. Son sus sueños imposibles. Yo ni eso, ya no persigo nada. Rutina. Elegimos una carretera que nos lleva hacia el noreste, pero en una rotonda nos equivocamos y nos desviamos en dirección este. Nos pasa con frecuencia. Nos obliga a rectificar. Después de cuarenta kilómetros por fin divisamos el lugar que buscábamos (buscaba yo, porque Charlie se muestra desinteresado con el propósito). Dejamos el coche en la cuneta de un camino y nos dirigimos hacia una casa aparentemente abandonada, con la que no contábamos. En la fachada, a unos metros de la carretera, hay una gran puerta de hierro con cadena y candado. Altas tapias nos impiden el paso. Bordeamos el recinto y nos colamos por detrás, por el hueco de una tapia derruida (en realidad entro solo porque Charlie se ha entretenido por los alrededores). Fue una casa de labor con naves, chamizos, lo que parecían talleres agrícolas y habitaciones. El deterioro se extiende por todas partes. Descubro encantado que la historia de la actividad agrícola de años está contada en las paredes de varias habitaciones, a lápiz, en concienzudos murales. Meticulosas y puntillosas anotaciones de hace más de sesenta años. Asombroso. Fechas, cultivos, noticia de heladas y lluvias, resultado de cosechas, de frutas recolectadas, de entrada y salida de cosechadoras, de tiempo desde florecimiento a recogida de fruta diversa. También horas trabajadas por jornaleros. Todo, absolutamente todo estaba allí, la vida de unas décadas de la finca. Su aliento y sentido. Uno de mis ineludibles temas fotográficos: tiempo desplegado, contado, frente a mi mirada. No pude fotografiar esa mañana, no llevaba el equipo adecuado…
…Sigo con lo de ayer. Sus proyectos de futuro: interesantísimos e inmensamente creativos, naturalmente. Y sus músicas, ¡oh, como eran sus músicas! Sensibles, profundas, originales, emocionantes, y marcadas por la inspiración y un punto de recóndito intimismo que les señalaba como poseedores de una gracia y sensibilidad especial (como yo cuando me pongo interesante). Además, estos preclaros invitados, aportaban todo tipo de información histórica sobre el origen de sus músicas, del contexto del compositor y sobre los músicos que mejor las habían interpretado. Por si fuera poco, ellos se las encontraron precozmente gracias a una sensibilidad prodigiosa, casi en la infancia, y ya quedaron transidos eternamente por la trascendencia e importancia de esas composiciones eternas, como no podía ser de otro modo en seres tan excepcionales. Claro, es que además estas gentes suelen ser adelantadas en todo. Desde pequeñitos ya tienen una vastísima cultura y luego, un poco después, realizan unas carreras académicas brillantísimas, con estudios en universidades extranjeras, plagadas de doctorados y cosas así. Me pasé toda la mañana con la boca abierta diciéndome: no, no es posible, aunque me cueste creerlo la perfección existe; esa mañana estaba encarnada en estos tres «tipos» y una «tipa» tan asombrosos y perfectos (como cuando ves esas mujeres tan increíblemente bellas en pantallas y carteles que luego jamás te encuentras en la vida real; pues eso, así era la cosa). Tampoco debo olvidarme del presentador: un fenómeno, de música lo sabe todo y de la carrera de los invitados también. Ha leído sus libros, ha visitado sus exposiciones, conoce sus trayectorias y además entiende de los secretos y coyunturas de sus oficios. Ah, y sus preguntas siempre son pertinentes e inteligentes; en serio, lo digo completamente en serio. Sí, amigos, todo resultaba tan mirífico e inaudito, que ni siquiera podía sentir envidia que es lo que me suele suceder en estos casos. Los próximos programas los oiré encantado, como siempre, pero eso sí, en posición genuflexa. Y, mientras, yo, esa mañana, un poco avergonzado por mi escasez espiritual y artística componía estas imágenes tan sencillas, pero que parecen venir de complejas reflexiones estéticas, vanguardistas casi, quiero pensar. Cada uno a lo suyo.
…Supongo que, lo que dije ayer, debe ser lo último que confiese quién aspire a significarse en el mundo de la creación plástica (o cualquier otra). Pero como ese no es mi asunto, digo lo que me da la gana. Pero, cuidado, eso no significa que no aspire a realizar una profusa, cuidada y orientada obra con arreglo a mis capacidades, y en eso me esfuerzo cada día; lo que sí sé, es que nunca será reconocida por nadie. No porque con mi continuado esfuerzo no pueda llegar algún día (quizá remoto, si vivo lo suficiente) a completar un trabajo que contenga algún sentido, sino porque no tengo ninguna confianza en inquietar la perspicacia del género humano interesado por estos menesteres, y no pienso hacer nada por cambiar esa suerte…