"Defiéndete de la modernidad. Es una trola. El arte no es moderno: comunica o no". Albert Boadella
esta es la figura hiperrealista anual: cada año, este artista, (tampoco sé como se llama), reúne a gran cantidad de gente en torno a sus obras, como a mi me gusta mucho (también), siempre tengo que esperar a que se haga un hueco entre los visitantes (no compradores, como yo, supongo), para fotografiar. Esta le ha salido triste, muy triste; e hiperrealista, muy hiperrealista, en realidad él es capaz de hacer así las cosas; a mí, sin embargo no me salen tan nítidas (ni las fotografías, ni casi nada). Pero claro, es que a mi el mundo me parece una materia terriblemente resbaladiza, inaprensible y desenfocada; y de la supuesta «realidad», mejor no hablo, porque con ella mantener el equilibrio y caminar erguido y en línea recta es tarea imposible.
ALGUNAS COSAS QUE ME PASAN CUANDO ME ATREVO A SALIR A LA CALLE I: En realidad no me pasa nada digno de mención, pero esa escasez de relieve y textura existencial es la que me acompaña. Es lo que hay y nada más. Veintisiete de Octubre, por la mañana, me acerqué a un centro médico para que me extrajeran sangre para un análisis (la orina la llevaba en un bolsillo pulcramente encapsulada). La molestísima intervención la había prescrito un urólogo la tarde anterior. De mi edad más o menos, confeccionó mi ficha escribiendo en el teclado con los dedos índices, muy, muy lentamente (escritor no era, o sí, vete tú a saber). A las nueve y veinte, exquisitamente puntuales todos, me recibió una mujer joven encargada de hacerme la extracción. Me trató de tu, y eso me puso de buen humor (me sienta mal que se dirijan a mí de usted), tanto me agradó que consiguió que el pinchazo no me doliera…
DIGRESIÓN TRECE. La infancia de Jesús, de J.M. Coetzee. El supuesto argumental es el siguiente: «Cuando cruzas el océano en barco, todos los recuerdos se te borran y empiezas una vida completamente nueva. Así es la cosa. No hay nada antes. No hay Historia. El barco amarra en el puerto, bajamos por la pasarela y nos zambullimos en el presente. El tiempo empieza entonces». Los habitantes de ese nuevo mundo han cambiado algunas cosas en relación al anterior. En este nuevo mundo existe una especie de sistema de protección universal para quienes lo habitan, pero eso sí, despersonalizado y por lo tanto enrarecido, opresivo. El protagonista es David (Jesús) o viceversa. Es un niño sin pasado, como su protector, Simón (con quien llega a Novilla), referente cardinal del relato. Aunque los personajes no tengan memoria de su pasado, sí llevan consigo valores que se parecen mucho a los que hubo en un mundo quizá ya extinguido, como el instinto de propiedad, de pertenencia, de familia, de un cierto orden social, productivo y pedagógico. A lo largo del relato la voluntad del niño crece desmesuradamente y en esa medida se empequeñece la de los adultos de su entorno. Quizá sea esta obra una especie de fábula distópica sobre el papel tan preponderante que está tomando la infancia en el mundo occidental liberal…
DIGRESIÓN DOS: Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie. Juan Eslava Galán. El otro día, el catorce, comenté que empezaría a leer esta obra histórica, que más bien parece una entretenidísima novela; pues bien, ya la he terminado. Me ha gustado mucho por divulgativa, ágil, divertida (a pesar de la gravedad de lo contado) y por la descarnada y descorazonadora descripción e interpretación de nuestra naturaleza como pueblo. A estas alturas, uno ya no está para ponerse insignias ni teñirse el alma de color alguno; salvo el del sentido común. Eslava describe a los personajes significados, políticos y militares, a grandes rasgos; y también a las gentes, al pueblo llano, con finura psicológica, sentido del humor y una melancólica decepción. Los hechos de guerra quedan reflejados con datos, narraciones y descripciones suficientes para tener una idea del desarrollo del pavoroso fratricidio y de la inmensa ineptitud, política y militar de los contendientes. Paca la Culona (Franco, según Queipo de Llano), resulta ser un mediocre estratega militar y un retorcido y sibilino político sin grandeza. Enfrente, el desbarajuste absoluto de la república, con sus escalofriantes amenazas totalitarias (comunistas y demás grey). Manuel Azaña, uno de los pocos hombres honorables y lúcidos en aquél estúpido y cruel caos, dijo sobre los suyos: «La ineptitud de los gobernantes, inmoralidad, cobardía, ladridos y pistoletazos de una sindical contra otra, engreimiento de advenedizos, insolencia de separatistas, deslealtad, disimulo, palabrería de fracasados, explotación de la guerra para enriquecerse, negativa a la organización de un ejército, parálisis de las operaciones, gobiernitos de cabecillas independientes…» Por si fuera poco, los curas, primero víctimas y luego vencedores, se revelaron como vengativos y sanguinarios. Nada apostólicos: «…Tras colaborar activamente en la confección de listas de izquierdistas fusilables, en total setenta y un vecinos, el reverendo Santos Beguiristáin (Azagra, Navarra) los asienta en el libro de defunciones como -muertos por el peso de la justicia-«. Otra de las reseñas esenciales que recoge Eslava, es el enfrentamiento de Miguel de Unamuno con Millán Astray, en Salamanca, el doce de octubre de mil novecientos treinta y seis porque, a pesar de que en principio había apoyado la sublevación, enseguida se sintió defraudado e indignado con los salvajes e ineptos «nacionales». Le dijo don Miguel, al inválido Millán (así le definió valientemente en el más amplio sentido de la palabra en ese mismo acto) «…Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho».