"Todo hombre es bueno, pero no para todo". Infante don Juan Manuel
HABITACIÓN DE RETRATAR III. R. vino a –La habitación– en Mayo de dos mil once. Hace mucho tiempo ya. Es un joven de hoy. Sí, esto quizá merezca una explicación, porque hay jóvenes que, paradójicamente, son de otro tiempo, o bien de antes o bien de después y, esto último, es tremendamente inquietante porque como todavía no sabemos cómo será el tiempo por venir, pues nada, que son habitantes del limbo y, si su tiempo no llega nunca, no terminaran de ser o florecer. La amenaza que podría cernirse sobre R. es que, al estar perfectamente orientado en este tiempo, cuando venga otro nuevo, y siempre viene, no se adapte y se vaya al limbo con los que aún no les ha llegado el suyo (como me pasa a mí, que todavía no he encontrado el mío y ya va siendo algo tarde). Otra vez me estoy perdiendo. Sólo quiero decir que R. es una excelente persona, que posó estupendamente en –La habitación-, que le conozco hace años y que nuestra relación, sin ser intensa, es provechosa…
…A propósito de los colaboradores necesarios en cuestiones creativas, ayer me encontré con una noticia en prensa que tiene que ver con esa imposible necesidad. Uno de mis artistas de referencia por haber estado presente en diversas ocasiones en este diario, Bernardí Roig, ha llevado a cabo un proyecto fotográfico de largo aliento cuantitativo (y cualitativo por la significación y fama de los fotografiados) que se parece al mío de los Noventa, solo que el suyo es de Cien, por algo él es uno de los importantes. La obra: POETS (noventa y nueve hombres y una mujer barbuda). Todos, al parecer, fotografiados con una cámara de hace noventa años, con el mismo encuadre e iluminación y ataviados con una especie de saya rotulada con esa palabra. Formalmente los ha despojado de sus atributos sociales, aunque astutamente no del nombre, claro. Él sabe que los anónimos como los míos no venden. La gracia, me parece, está en que son muchos, singulares y prestigiosos y, sin esas características, la cosa no sería la misma; porque la idea solo es una (valdría para uno, cien o mil…) y el resto gestión social y producción. Los retratados son notorios artistas, directores de museo, intelectuales y gentes reputadísimas en el mundo de las artes. Roig, más o menos, lo explica diciendo que son compañeros de generación y amigos y por eso tienen que estar; luego recurre a la metafotografía, que tampoco está mal. Ah, y su mujer, pero con barba, y eso se me escapa un poco, no lo entiendo bien. Debe ser el punto G de la obra, su más recóndita naturaleza artística, la clave, el punto incomprensible que toda obra que se precie necesita. Como dice Enrique Vila Matas, también fotografiado en la obra de Bernardí, «…Después de todo, siempre me funcionó una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no: me atrae lo que no entiendo; si lo entiendo, lo abandono corriendo». Hasta donde he llegado en la referencia de esta exposición, que no iré a ver, me parece que le falta un poco de boato teórico y a ser posible algo de hermético aderezo; «El discurso que acompaña a la obra es mucho más importante que la obra misma». Carlos Granés. Ah, y que todo parezca muy profundo y que predomine una cierta inteligibilidad, ya lo dijo André Gide: «Lo que se comprende en un abrir y cerrar de ojos no suele dejar huellas». No es el caso de Poets ya que todo parece decepcionantemente visible (salvo por lo de la barba de su mujer); y lo digo por lo que a su vez dice Roig:»¿Por qué solo hombres? El tiempo, en el sentido de deterioro, se ve más en el rostro de un hombre que en el de una mujer. Esta tiene una mayor capacidad de máscara, de transformarse. El hombre queda muy sentenciado. Quería un instante de carne. La apariencia es seria, desprotegida, desahuciada, cruda, como con el sudario de su propia expresión».
-Hoy es Lunes: trece de mayo. El sábado once, Esperando a Godot: «Mañana, cuando despierte o crea que despierto ¿qué diré de hoy? Tenemos tiempo para envejecer. El aire está lleno de nuestros gritos, pero el hábito es un gran calmante» Samuel Beckett. Sí, Plaza de Lavapiés, Madrid. Primero, mi amigo Carlos, la exposición a la que no fui el momento de su inauguración (de lo que hablo en el diario de los días 1, 2 y 3 de este mes). El inicio del inevitable declive. Seis fotos de hace poco tiempo de Carlos, junto con algunas más de otros más, desconocidos para mí. También lo eran las fotos de Carlos. Eran como es él, y como es, en cierto modo, el teatro de Beckett, una especulación, una reflexión oscilante entre lo cotidiano y lo fantasmagórico. Carlos siempre ha buscado a Dios fotografiando, pero nunca lo ha encontrado, sólo vislumbrado y eso le ha hecho artista. Ineludiblemente. Su búsqueda deviene en grito y el grito en forma y la forma en exabrupto sangrante, porque sí, porque todo es así, pero sólo para algunos elegidos que se rebelan contra los hábitos planos del vivir; como la desesperada espera de Godot, el que nunca llega y nunca llegará: «Un día como cualquier otro se volvió mudo, un día me volví ciego, un día nos volveremos sordos, un día nacimos, un día moriremos, el mismo día, el mismo instante ¿no le basta? Dan a luz a caballo sobre una tumba, el día brillante por un instante, y, después, de nuevo la noche (tira de la cuerda). ¡En marcha! «. Beckett. Sí en marcha, como Carlos, al que le «azuza la vejez» y le hace actuar e ir adelante, al encuentro de fotos de la vida, de carne trémula y palpitante, porque la vida es carne y es sangre, como lo era la ofrenda cromática de su fotos: fuerte, vibrante, vociferante, así eran porque así debe ser todo para las gentes de bien, mientras el cuerpo aguante. El sábado once tuvo sentido para mí: Samuel Becket y Carlos, o mejor Carlos y Godot, porque como dice Gogo: «Siempre encontramos alguna cosa que nos produce la sensación de existir ¿no es cierto, Didi?». Didi: «Claro que sí, claro que sí, somos magos».
CARTA FOTOGRÁFICA A MI AMIGO JOSÉ LUÍS, A PROPÓSITO DE SU VISITA A MI HABITACIÓN DE RETRATAR–
Querido José Luís, esta carta es para acompañar las fotografías que te propuse hacer y a las que luego, afortunadamente, incorporé a Mari Cruz, porque también es amiga mía. Llegasteis un poco tarde, una hora más o menos, a las ocho y media del veintisiete de noviembre de dos mil ocho. Después de darnos un abrazo entramos en mi –habitación de retratar- a ver que nos salía. Tú siempre has estado dispuesto a colaborar conmigo en todo lo que te he ido proponiendo a lo largo de los muchos años de relación y amistad. Te coloqué frente a la cámara y adoptaste un gesto grave, entregado y también valiente, o al menos tremendamente respetuoso con mi propósito…
CARTA FOTOGRÁFICA A MI AMIGO JESÚS, A PROPÓSITO DE SU VISITA A MI –HABITACIÓN DE RETRATAR–
Querido Jesús, primero decirte que el objeto de esta carta no es otro que recordarnos con fotos, pero de ahora porque de antes no tengo. Llegaste a la hora a la que habíamos quedado, a mi casa: media mañana del veintiséis de noviembre de dos mil ocho. Ahora ya no tenemos problema con las horas: ya estamos los dos fuera de juego (o no), al menos en lo que se refiere al mundo productivo. Sólo nos queda conseguir mantener el equilibrio sin trampas ni coartadas (o con ellas). El mundo nos ha hecho el vacío; bien, ellos sabrán. De todos los amigos que están pasando este mes por estas páginas, fuiste el primero que apareciste en mi vida. Yo tenía quince años y tú dos más, o un poco menos; no lo sé con exactitud. Te trajo Laureano, un compañero de colegio, también «de campo», como nosotros, que se ha perdido en el tiempo…