"¿Es bella Toledo? Esa no es la palabra, porque Toledo es dura y la belleza connota algo mórbido". Luis Racionero.
…Gentes que parecían habitar el edificio, salían de las puertas cerradas de los laterales, cruzaban rápidos el patio, me miraban de reojo desconfiadamente, y desaparecían a través de alguna de las puertas de enfrente. Otras veces lo hacían en sentido contrario, solos o en pequeño grupos. Caminaban rápido, en silencio. Parecía que se traían algo entre manos. Ninguno me dijo nada. Yo a ellos tampoco. Seguí a lo mío. Algunos llegaban del exterior, entraban en el patio y se dirigían a alguna de las puertas por la que entraban rápidamente…
…Fotografié lentamente; dos o tres horas aterido de frío, buscando la forma de penetrar en la destemplada atmósfera de la mañana, rodeado de edificios inhóspitos, abúlicos y gastados de tanto tiempo. De vez en cuando, a intervalos de varios minutos, alguien aparecía con bolsas cargadas de compra recién hecha. Me dejaban en paz y yo a ellos. No nos mirábamos. Hacernos caso habría sido muy incómodo para todos. Mejor el silencio en calles silenciosas; el vacío en calles vacías; el abandono en calles abandonadas. Me paré en el callejón del Diablo (cerca está el callejón del Infierno, naturalmente). Si no fuera por estas concesiones a la literatura y al absurdo todo sería realmente absurdo. Mi amigo Masao tenía espíritu surrealista (además de poético y genial) y él cambió la imperial Kioto por esta esquina conformada por la calle Coliseo y del Diablo. Por algo sería. Él fue un gran artista. Quizá aún no esté perdido todo y yo, que nunca he cambiado nada, todavía pueda salvarme en esta ciudad: también surrealista, impenetrable, absurda, empinada; metafísica casi. Masao fue artista aquí. Tal vez yo también pueda serlo algún día. Al margen, pero dentro de ella. Lo deseo, aunque aún no sé con qué ganas: oscilo entre el arrebato y la abulia. Lo único cierto es que lo que sea, tiene que ser pronto: rápido, rápido, porque está anocheciendo ya…
Solas y tranquilamente guardan silencio
las montañas rocosas sin nada.
Los hombres del campo andando, sólo andando.
Masao Shimono
…En una de las conversaciones telefónicas que mantuvimos hace un año, me dijo que todavía esperaba volver a España, aún siendo consciente de que no podría hacerlo. También: -estoy completamente ciega, pero no importa porque tuve mucho tiempo para ver. Ahora mi vida es distinta a la que siempre tuve, percibo las cosas desde otra dimensión, desde la oscuridad, y esa es una manera de sentir muy intensa. Es como si estuviera viviendo una vida nueva, diferente. Necesito crear el mundo de nuevo y es apasionante. Estoy bien, con ánimo, me tratan bien, vienen a cuidarme cada día y me hace mucha ilusión salir a pasear dos veces a la semana- Harumi vivía en un pequeño apartamento donde tenía un pequeño baño y una sala dormitorio donde sólo cabía la cama, una pequeña mesa y una silla. Ella no necesitaba más. Dormía a las ocho de la tarde y se despertaba mucho antes de amanecer. Despierta, la oscuridad continuaba, día y noche. William C. Williams dijo, a propósito de su madre que también perdió la vista: «los sueños sustituían a la visión». También Harumi soñaba y soñaba con volver aquí, a su casa; en Kioto ya no la tenía. Vivía extrañando todo lo que la rodeaba…
fotografía: una de las calles en las que vivieron Harumi y Masao Shimono.
…En esto llegó un gato, pasó sigilosamente por mi lado y siguió calle abajo. No reparó ni en mí, ni en mi espera. Él no sabía que no lo esperaba. No sé; el caso es que cuando, después de mucho tiempo, llegó no se me ocurrió decirle nada. Caminaba lentamente, sin asustarse ni impacientarse por nada. Debía ser un gato maduro y tranquilo. Displicente y arrogante. Quizá tenía una buena vida en alguna casa del barrio. Me quedé paralizado un momento, sin saber si fotografiarle o no. Finalmente decidí que sí. Era lo único que se movía en esa calle desde hacía bastante tiempo (yo estaba parado), y además en ese momento no estaba interesado en fotografiarme, como suelo hacer a veces…