"Todo ser humano lleva un misterio que ignora". Julien Green
El proyecto -habitación de retratar- sigue en marcha. Evoluciona prometedoramente, aunque no sea fácil hacer coincidir la disponibilidad del fotógrafo (yo, claro) y de los posibles fotografiados. Desde la última anotación en este diario sobre –la habitación-, el dieciocho de abril, han venido seis personas más. Una de las premisas de las que parto es que todas las personas, sin excepción, tienen una historia que contar a la cámara; luego todos los que pasen por -la habitación- y crean en el acto fotográfico de ser retratados, serán parte esencial del proyecto. Asumir el hecho en sí, con todo el ritual que requiere un retrato singular, es una de las condiciones necesarias para que el retrato fotográfico tenga sentido y profundidad. Luego, se puede acertar o no, depende de la pericia del fotógrafo (yo, otra vez), pero sin la voluntad del retratado no habrá retrato. Será un hecho banal, sin ninguna importancia. Creo que todo esto lo he dicho ya. Me estoy repitiendo. A lo que iba, esta es una de las seis personas que han aceptado mi propuesta últimamente…
Samuel se mostró confiado, concentrado y espléndido ante la vieja cámara grande…
HABITACIÓN DE RETRATAR IX. El retrato de P. es uno de los mejores que he realizado en esta última fase, porque es una estupenda combinación de técnica (quizá, en parte, con la participación del azar) y fotogenia. Lo dice Joan Fontcuberta:«…La fotogenia sólo se manifiesta como el destello de un poder latente sublimador que no puede ser controlado. Tan sólo puede ser convocado, invitado, implorado, se pueden preparar unas circunstancias propicias, pero como en los rezos o en las invocaciones de los espiritistas, que la fotogenia acuda a la llamada sólo depende de los designios de la providencia». P. adoptó una expresión enigmática y ligeramente abstraída, notoriamente literaria. Él suele repetir, cuando la realidad se complica y atasca, que son «los problemas del directo»; en este caso, a él le salió perfecto. Lo puso todo y además brillantemente. Sólo me queda agradecerle su colaboración porque estas aportaciones a mí me hacen disfrutar mucho…
LA MUERTE LLEGÓ y se llevó consigo a este hombre. Sucedió el treinta y uno de Agosto. Se llamaba Victoriano, tenía un año más que yo y, por lo que supe de él, era una excelente persona. Fue durante muchos años el marido de mi querida prima Marisa Fuentes. Los últimos cuatro años combatió con uñas y dientes un cáncer con muy malas intenciones que llegó para quedarse. Mis primos se aprestaron a combatirlo y lo hicieron con toda la fuerza de que fueron capaces, que fue mucha, asombrosa y digna del mayor encomio.
No se puede combatir tanto y con tanta determinación, soportar demasiadas operaciones, sesiones de quimioterapia y todo tipo de intervenciones en el cuerpo para mantener la vida si no se tienen ganas de vivir. Victoriano tenía esas ganas y Marisa, su mujer, de que él viviera.
He observado su lucha desde la distancia, a través de noticias que he ido recibiendo puntualmente de mi prima y me asombraba y asombraba su inquebrantable presencia de ánimo y su infinita resistencia.
El año pasado, en Agosto, tuvimos la oportunidad de cenar en mi casa y Victoriano se mostró entero pero precavido, decía que se encontraba bien ese día, pero que al día siguiente podría ser distinto o peor. Cosas así las decía con sobriedad y una cierta y animosa resignación. Con mis primos, grandes amantes de la cultura y sobre todo del mundo antiguo, de Roma y su historia, era un placer hablar a partir de sus muchos conocimientos y de los muchos autores que habían leído y trabajado.
Victoriano, en 2010, a partir de las muchas conversaciones con mi tío, Clemencio Fuentes, relevante y singular cocinero del también afamado restaurante Jockey de Madrid, ya cerrado; escribió sus memorias. Le agradezco su cuidadoso trabajo, de calidad, para perpetuar hechos y personas de mi familia, como a mis abuelos, que sin su esfuerzo ya serían pasto de olvido.
No hemos tenido ocasión de relacionarnos mucho a lo largo del tiempo, pero siempre le he tenido en gran estima por su naturaleza discreta, atenta e ilustrada. Siento mucho su muerte y deseo que mi prima Marisa se restablezca de tantísimo esfuerzo y dolor como ha soportado.
EL PESO DEL MUNDO. Representación -FOTO-LITERARIA-
Ficha técnica:
Textos: selección extraída de la obra: -El peso del mundo- (1979). Siete citas y una imagen por día (hombres y mujeres en rigurosa alternancia).
Fotografías: pertenecientes al capítulo Retratos, y a la serie -El peso del mundo-; todas ellos realizadas en -La habitación de retratar–
Extensión: veintidós escenas y un epílogo.
Introducción y génesis de esta performance virtual: días, 1, 2, 3 de Marzo, de este diario.
Aclaración: he recurrido a retratos para ilustrar los textos (o viceversa) porque ambos se entienden mejor juntos. La escritura de Handke es muy física e inmediata; da la impresión que escribe desde su lado más espontáneo y visceral. Las fotografías también son así, buscan la carnalidad de los fotografiados. No obstante, los textos no aluden a rasgos personales de los fotografiados (que yo sepa), y, además, nada más lejos de mi intención que establecer esa equívoca y quizá perversa relación. Aunque en algunos casos puede que sea así, pero eso no se sabrá nunca; salvo, quizá, los fotografiados (que ni siquiera lo verán, seguro). Serán secretos nunca desvelados. La confluencia de ambas expresiones sólo es un juego inherente al mero hecho de vivir en el mundo.
ESCENA XIX
-Pasó una mujer y se me paró el corazón-
-Se acomoda en el asiento y empieza a mirar fijamente al vacío. La mujer: «¡No te pongas otra vez a pensar en mi presencia!»-
-Por la tarde, finalmente, volvió a acordarse de quién era; durante ese instante consiguió sentirse idéntico a sí mismo y dejó de pensar tan mal de él como hasta entonces-
-Toda la mañana pensamientos prácticamente nulos rondándome la cabeza; ni uno solo que me sirva de algo; prejuicios en lugar de sorpresas-
-Una mujer que, en vez de sonreírme sonríe para sus adentros al verme-
-El hombre a la mujer: «¿Tan importante es para ti la sexualidad?» -La mujer: «Las palabras solas no me calman lo suficiente»-
-Elegancia: saber apartarse-
LAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro X. Un estupendo retrato de un hombre llamado Miguel, del que apenas se nada. Es curioso cómo pueden llegar algunas personas a situarse ante mi vieja cámara grande. El grado de conocimiento de las personas retratadas es irrelevante, a fin de cuentas, de nada ni de nadie se puede aspirar a saber todo (ni falta que hace). Lo importante es que la apariencia final de una obra terminada (nada se termina del todo nunca) toque algo del espíritu, sentido o sensibilidad del espectador. Bueno, me estoy dispersando, como siempre, porque de lo que quiero hablar hoy es de la diferencia entre una imagen tratada exclusivamente por medios digitales (aunque proceda de un soporte analógico, como por ejemplo la foto de hoy) y esa misma imagen llevada a soporte baritado a través de las técnicas tradicionales de copiado. En esta se puede apreciar detalle suficiente de los bajos tonos del fondo y vestimenta del fotografiado, con un equilibrio suficiente entre los matizados tonos generales. Pues bien, en el cuarto oscuro, esta imagen me resultó imposible, porque, a pesar de las múltiples pruebas con filtros y combinación de reveladores, el resultado no ha sido el mismo. Las principales dificultades que he tenido con esta copia han radicado en conseguir suficiente detalle en los bajos tonos (fondo, pierna y cuerpo), pero manteniendo un equilibrio tonal con rostro y manos y que el conjunto trasluciera una atmósfera densa y más intensa que la digital (ésta). El esfuerzo ha sido considerable, con varias copias malogradas, porque los tonos de rostro y manos me quedaban demasiado saturados, o, dicho de otro modo, se empastaban y perdían luminosidad. Por si fuera poco, e increíblemente, los reveladores no actuaban con homogeneidad (una pesadilla). Comparativamente, lo que digitalmente se resuelve con unos pocos clics de ratón, analógicamente requiere un empeño descomunal. Finalmente, la copia está terminada en un hermoso tamaño, aunque aún me queda emplear un tiempo considerable en retocar algunas impurezas (unos pequeños arañazos y puntos blancos en copia, el dichoso polvo que de vez en cuando aparece). Pero, el considerable tiempo empleado con esta copia, merece la pena (supongo), porque me sitúa en el centro mismo del hecho fotográfico e incluso al motivo, en este caso a este hombre, del que probablemente, después de tanto forcejeo con su imagen, sepa más que antes de realizar la copia.
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 120 mm (Ilford FP4 100)
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 100 mm)
Papel: Ilford Multigrado (Baritado) Brillante
Tamaño: 46,5*58,2 cm
Grado de filtro: 3,5
Tiempo de exposición: 6 y 9” (reserva manos y cara)
Revelador: Centabrom y Eukobrom
Fijador: Tetenal o Ilford (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio (Kodak o Ilford)
Secado y planchado
Copias realizadas: 3
Destino: Una de las copias la entregaré al fotografiado sin coste para él (mejor que le guste que no). El acuerdo es la utilización, en su caso, por ejemplo hoy, de la imagen, a cambio de una copia con el correspondiente certificado de autenticidad y propiedad. Las dos copias restantes irán a parar a uno de los cajones de mi archivador de copias (joyero lo llamó mi amigo Carlos, por lo de los haluros de plata).
Tiempo de guardado en el joyero: inespecífico (seguramente hasta mi muerte, momento en el que terminará en un contenedor de basura urbano)