Los desordenados bebedores caminaban descalzos y comian chorizos podridos…
…Apunte del Cuarto Oscuro: de esta fotografía sólo he realizado una copia (suelo hacer dos) para no tener que volver sobre ella nunca. Como se puede ver es una fotografía de botellas cubiertas de polvo. Nada más (y nada menos). La copia que he realizado es sencillamente perfecta y hermosa. Quizá debí hacer otra más, sencillamente porque es un ejercicio de ortodoxia fotográfica antigua impecable. No la hice porque me dije: ¿qué puede aportar esta fotografía a alguien que no sea yo? ¿o a la historia de la fotografía? Me contesté: Nada. Como yo ya tenía una copia, pues eso, con la mía me bastaba…
…También, en el escrito que perdí ayer, me parece recordar que hablaba de la importancia de concentrarme en aspectos que me son propios; sí, fotografiar o indagar (viene a ser lo mismo) en mis paisajes y casas de la infancia porque todo se definió antes de los seis años y hasta ese momento fui un elemento, una partícula más de un entorno inhóspito, áspero, pobretón y solitario. Desde luego infeliz. Por eso, solo me queda asumir y cargar con esa incontrovertible y desdichada circunstancia (o no) y asomarme por los resquicios que me ofrezca la memoria de lo que fue y no fue al mismo tiempo: los paisajes, las casas y las habitaciones abandonadas, que, curiosamente, tanto se parecen a las de mi infancia, la luz antigua, la ineludible soledad, el silencio de siempre, el abandono de todos esos sitios y ver qué encuentro. Son míos, porque son los del origen. Solo es eso, solo me queda eso, ahora que ya ha llegado el momento de la memoria y de conjurar traumas, de las recapitulaciones fatales, del sentido final de todo. Porque, después de los seis años, todo ha sido una estúpida repetición. No puede haber otra realidad que me resulte más propia que esa. No me puedo inventar otro mundo ya, no, ya no, así que a lo mío, a ver si encuentro el porqué de todo lo ocurrido…
…Hace apenas dos meses, moviendo mi archivo de imágenes aún no utilizadas en este diario, me tropecé con la de ayer y me pregunté: ¿por qué no llegaste hasta el caserío y entraste en las casas para saber que ocurrió en ellas? No me contesté. Sin embargo, me quedé en suspenso unos instantes y decidí volver para responder a la pregunta de la que no tenía respuesta. Unos días más tarde, en una mañana de calor sofocante, por un camino abrupto e interminable, llegamos al poblado abandonado. Entré en todas las casas sin encontrar nada especial. Decidimos irnos, pero, en una última mirada, me percaté de que me había dejado una de ellas sin ver, y a pesar de la inextricable e hiriente maleza, casi corrí hacia ella. Estaba seguro de que allí tenía que haber imágenes esperándome, no podía ser de otro modo si había decidido llegar hasta allí…
DIARIO de las otras COSAS 15
Martes, dos de febrero de dos mil veintiuno.
Ayer escribí sobre la necesaria distancia y relatividad a la que nos vemos abocados los que nos sentimos españoles. Dado que vivimos formalmente en un orden social democrático (por ahora) que, al menos teóricamente, se fundamenta en la división de poderes (piedra angular de cualquier democracia popular), en el sufragio universal, y en la honestidad de los representantes elegidos, tendríamos que estar tranquilos. Desgraciadamente no es así, más bien todo lo contrario, ya que los elegidos se están revelando como altamente desleales y corruptos: por encima de los intereses públicos han situado sus intereses personales, que no son otros que mantener el poder a cualquier precio. El contrato democrático implícito se sustenta en un valor predominante: tanto los partidos políticos que tengan responsabilidad de gobierno, como los electores, deberán ejercer la máxima honestidad y responsabilidad en aras del bien común. Una vez muerto filosóficamente Dios (como todo el mundo sabe) desde el siglo XIX e incluso antes, estamos solos ante las responsabilidades públicas. Lo público es lo sagrado en el mundo contemporáneo. Y la libertad, sobre todo. Los políticos, en un sistema democrático, solo pueden serlo si no van contra los principios generales que articulan el país que aspiran gobernar, es su única razón de ser (en nuestro caso, el marco constitucional). Pero, de eso, que no está nada claro, escribiré mañana…
La fotografía: Como del disolvente texto que escribo hoy no tengo fotografía explícita, traigo al diario la primera que se me ha ocurrido. Las de los días siguientes serán así: ocurrentes y poco transcendentes, como mi pensamiento. Sospecho que todas mis fotografías no dicen verdaderamente nada más allá de sus limitados contornos, luego ninguna y todas a la vez sirven y no sirven; son y no son. Hoy he encontrado una de contenido metafórico: unos podridos chorizos que se encontraban en una taberna abandonada. No es difícil establecer obvias analogías con lo dicho en el diario. Algo así como decir sirviéndome de una imagen fuertemente alusiva, me parece.
…A mí, a veces, los dioses de la fotografía me protegen y guían, como en la casa de Hueli, y por lo que sucedió nada más iniciar el regreso. Conduciendo, me adentré impulsivamente por un camino a todas luces equivocado, pero que seguí tercamente, aun sabiendo que no había salida. Unos metros antes de llegar al final, una casa semiderruida me hizo parar bruscamente. El ilógico impulso lo motivó que, en una de las habitaciones, había algo sorprendente: un supuesto artista «performativo» había dejado una obra para la nada (o tal vez para mí)…