"La belleza es verdad, la verdad es belleza: eso es cuanto sabemos -y debemos saber- sobre la tierra.” John Keats
SALIR DE NOCHE O NO: sigo, más o menos, con lo mismo… A veces, salir por ahí, te ofrece la opción de hablar y oír cosas inverosímiles. Pero, como no es frecuente que cuando salgo hable, siempre que ocurre me pilla distraído y se me escapan cosas y detalles que, a poco que los sometiera a análisis y los retuviera en la memoria, me ofrecerían jugosos contenidos para este diario. No hace mucho, por ejemplo, un tipo medio amigo afirmó muy seriamente que era objetor cultural. Dado que a mí hay pocas cosas que me interesen que no pasen por la cultura (me paso el día pendiente de ella, una manía como otra cualquiera, supongo), se me encendieron todas las alarmas y me apresuré a pedirle que me explicara en qué consistía su decisión, reverso de la mía. Me dijo que no leía libros, no veía teatro, ni películas, ni arte, ni nada que pudiera asimilarse al hecho cultural. Me informó que había sido un proceso psicológico complejo y profundo en su vida y que se remontaba a bastantes años atrás. Lo más curioso de esa actitud es que al individuo yo lo tengo por un hombre de nivel cultural muy por encima de la media y, además, escribe en clave compleja. Pero su cultura, o al menos la que yo le supongo, se sustenta en conocimiento del mundo (ha viajado durante años por los sitios más remotos) y su discurso y lenguaje es cuidado e informado, y, por si fuera poco, plagado de boutades. Por circunstancias que se daban en el contexto en el que nos encontrábamos (tomando copas a altas horas) no pude continuar informándome sobre más detalles de su insólita objeción. Luego pensé: me parece que este tipo no sabe lo que dice, o lo que hace, o me está tomando el pelo dado que, obviamente, desde que nos levantamos, diariamente respiramos cultura de diferentes niveles, alta, media, baja o ínfima cultura, pero cultura, a fin de cuentas. Efectivamente, se puede vivir de espaldas a las creaciones humanas que asociamos al hecho cultural, pero ya eso es una opción cultural. Naturalmente, si hubiéramos seguido hablando del asunto, me habría limitado a escuchar todas las razones que hubiera querido darme, por muy contradictorias que pudieran parecer, a pesar de no haber estado en sintonía con él porque la cultura es mi manía; bajo ningún concepto habría polemizado. Yo ya no polemizo con nadie.
VIAJE A BILBAO Y BURGOS (13 al 17 Abril). Viernes. El accidente: cuando me siento sobreexcitado por una expectativa de trabajo, suelo actuar algo atolondradamente y en este caso ocurrió, una vez más, y ya van muchas veces. Cargué la cámara con un rollo SFX 200 (no tenía Delta 3200, el idóneo para las condiciones de luz que me encontraría), pero no me aseguré que la lengüeta quedara fijada y claro, se soltó, como no podía ser de otro modo. Fotografié y cuando estaba a punto de acabar el rollo, me di cuenta del desastre. No obstante, antes de abrir la cámara para verificar el siniestro, retraje el rollo un poco, tanto que, al abrir la cámara comprobé que la lengüeta había desaparecido. El espanto me invadió por entero: no tenía más película. Me desesperé por mi impericia. Naty, que es inasequible a los problemas, me dijo que pensara tranquilamente en cómo podía arreglarlo y que lo conseguiría. Cualquiera que haya manejado los rollos metálicos de 35 mm sabe que están herméticamente cerrados y que es tremendamente difícil abrirlos si no te ayudas de una herramienta. Eso hice, recurrí a un llavero y en un servicio tapando el rollo con la cazadora conseguí abrirlo y hacer visible la lengüeta de enganche, pero, a partir de ahí, había que cerrar la carcasa metálica, cuestión absolutamente imposible porque estaba deformada. No obstante, conseguí recomponerlo precariamente e introducirlo de nuevo en la cámara. Volví a fotografiar lo mismo, es decir, recorrer el Museo nuevamente. No sirvió de nada porque, a pesar de que el rollo funcionó perfectamente y no se veló, me equivoqué en el tiempo de revelado y nada se hizo visible…