"Todo me disgusta en la prodigiosa suciedad de este tiempo". Antonin Artaud

BREVE DIARIO (de incierta e intermitente duración) DE UNA PANDEMIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA XVII, o una leve alusión a la decadencia.
“La decadencia no es otra cosa que la incapacidad para seguir creando, en el círculo de valores que nos definen”. E. Cioran
Cinco de junio: …aunque, sospecho que lo que probablemente me intranquiliza es que, en el viaje   hacia el final, tenía una ruta y paradas más o menos previstas en las que al menos podría aplicar ajustes vitales (como -levantar sombras, elevar, contrastes o saturar tonos y coloridos y, en el colmo de la sofisticación positiva, aplicar estilos casi infinitos y hasta corregir perspectivas-; terminología de programas de revelado digital, que tanto me ocupan y preocupan ahora); sin embargo, con esta dichosa -nueva normalidad-, consecuencia de una crisis mal gestionada, demasiadas cosas se han ido y se irán a la mierda. Decadencia más Pandemia: desastre asegurado.
“Mucho me ha costado no
desesperar,
aunque sé que la vida sólo puede
ir ya a peor…”
José María Álvarez 

BREVE DIARIO (de incierta e intermitente duración) DE UNA PANDEMIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA XV, o una leve alusión a la decadencia.
Cinco de junio: más allá de lo que suponen unas circunstancias abrumadoras que ya duran en torno a tres meses, está pasando algo en el ánimo de las gentes (supongo), de una transcendencia desconocida, nunca vivida antes por los inquilinos actuales de la tierra. El otro día, un amigo me decía que dormía mal a causa de la dichosa pandemia (a mí me pasa lo mismo). Ahora no sabría decir con certeza por qué estoy percibiendo lo que sucede en torno a mí, en mi vida cotidiana, desde una perspectiva distorsionada, como si estuviera viviendo el final de algo, de mi vida tal vez, aunque no estoy contagiado, que yo sepa, y tampoco siento la amenaza de que vaya a sucederme. Sin embargo, siento vívidamente que ya nada es igual, ni lo será. Quizá, el mundo se recupere y siga viviendo como siempre, y olvide enseguida la pesadilla, como si no hubiera existido, pero eso a mí no me alcanzará, lo sé. Los jóvenes tienen una extraordinaria capacidad de reactivación, de regeneración y de olvido, algo que no nos sucede a los viejos, porque nuestra manía es recordar. No nos queda otra cosa mejor que hacer y así no hay forma de pensar positivamente en esa estupidez que han inventado los políticos: -la nueva normalidad-. ¡¡¡Que se la metan por el culo y nos dejen en paz!!! En realidad, es lo que han hecho esos aberrantes seres, dejar morir de modo indigno, en residencias, a miles de viejos, sin hacer nada por ellos. En mi caso, quizá sigo vivo, tan solo porque nací diez años después que mis colegas muertos. Lo más tristemente lamentable y nauseabundo (en caso de que no te hayas infectado) es toda esta mierda que se han montado los políticos, engañándonos impúdicamente a todas horas, todos los días y durante meses ya (no es excepcional, porque lo hacen desde los orígenes del ser humano). Pero no, no es eso lo que me preocupa en primer plano, al fin y al cabo apenas si los veo y escucho en sus deleznables, por mentirosas, representaciones infamantes; lo que verdaderamente me aterra es que mi mirada, lo que veo y lo que percibo y que apenas puedo definir, ya no es la misma, aunque se parezca, y eso me desalienta un poco…
PS: “La decadencia es un hecho. Pero existe una explotación política de ese hecho”. Michel Onfray

BREVE DIARIO (de incierta e intermitente duración) DE UNA PANDEMIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA XVI, o una leve alusión a la decadencia.
Cinco de junio: …todo esto no acabará bien, para mí desde luego que no. Ayer, por ejemplo, salí a pasear con Charlie Brown como todas las mañanas. Casi toda la gente con la que me cruzaba por los caminos llevaba mascarilla pero algunos no (como yo) y, al cruzarse conmigo, en vez de saludar, giraban la cabeza hacia el lado contrario (que horrible gesto), como si yo fuera un apestado. Quizá lo eran ellos, pero a mí no se me ocurría desairarles porque sí. El resto de la mañana la pasamos Naty y yo investigando programas de revelado digital (eso también ha cambiado en mi vida y menos mal que parece que para bien). Luego, fuimos a un restaurante para celebrar el cumpleaños de Naty, junto con su madre. El comedor estaba semivacío, tan solo tres mesas ocupadas, y el resto en penumbra. El camarero, con mascarilla, tenía calvas en algunas zonas de la cabeza y eso era deprimente, porque parecía parte del atrezo pandémico o de la nueva normalidad que se nos vienen encima. No obstante, comimos bien, pero no era igual que otras veces, todo era tristón, sombrío y en absoluto festivo (habría preferido comer en casa, nos habríamos ahorrado las mascarillas, las enfermizas calvas del camarero y el silencio desangelado). Por la tarde me consolé con la lectura de la trilogía de Trajano, de Santiago Posteguillo, que me tiene absolutamente entregado, adictivamente (pura aventura e intriga con fundamento histórico). Al menos nos quedará la lectura, ni siquiera la fotografía, ni el cine, ni nada; solo la lectura es y será siempre el último reducto, el último refugio. Sin libros moriría. Pero me estoy apartando del intento desesperado de llegar a la causa verdadera de mi desasosiego, de mi creciente malestar, de la percepción finalista de la vida, y me aparto porque no sé en qué consiste realmente…
“Pocas personas se dan cuenta lúcidamente del complejo estilo de la decadencia, pocas tienen conciencia del fenómeno que la fuerza del devenir las obliga a vivir”. E. Cioran