Se me antojaron gentes enigmáticas, distantes, a los que nunca podría comprender…
LA CIUDAD MELANCÓLICA XX (o donde habitan los dioses de la paz eterna). Desembarcamos e iniciamos el regreso por estrechas y oscuras callejuelas. Mucha gente sonreía al vernos. No supimos porqué. A lo largo de una calle larga y muy estrecha se extendía una interminable fila de creyentes que esperaban pacientemente turno para entrar en un templo a presentar ofrendas, oraciones y peticiones a sus dioses; no supimos si era uno o varios, ni cuales. Al parecer podían esperar muchas horas para tan solos unos minutos de visita y oración. Ni remotamente podíamos entender por qué lo hacían, pero claro, nosotros no formábamos parte de su mundo y, lo que es más inquietante, quizá de ningún otro. Nosotros solo miramos desde fuera a ese mundo y a cualquier otro, sin mancharnos ni involucrarnos en nada. Creemos que estamos sanos así, mirando, solo mirando, pero quizá nos equivoquemos al considerar la aséptica pulcritud como un síntoma saludable. No sé. “Desterramos a los dioses y fuimos/Desterrados de nuestra entereza”. Sophia de Mello Breyner Adresen