Uno y la ciudad, y el agua en medio: una perentoria necesidad de hacer la travesía hasta ella…
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Había que llegar, pues, en Barco a la más inverosímil de las ciudades. Thomas Mann
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Tres personajes en un juego de espejos endiablado. Nada es lo que parece. Se observan a si mismos y a los otros dos y el perfil que los va conformando cambia caleidoscopicamente dependiendo del narrador. Los rasgos más precisos e inquietantes de cada uno de ellos aparecen en la interpretación de los otros.
Son los protagonistas de La mujer justa, de Sándor Márai, a los que se une Lázár, escritor y amigo de Péter, en un segundo plano pero dibujado con trazos potentes e inquietantes. Péter es enigmático, impoluto, y nihilista a su modo, que sabe del sentido trágico de la vida y la sobrelleva con una pulcritud y lucidez insoportables. Uno de los momentos más emocionantes de la novela es su despedida de su pasado y quizá de su vida misma narrado por su segunda esposa, Judit, quizá el personaje más oscuro de todos «…se alejaba con la cabeza descubierta y el abrigo impermeable en el brazo, a paso lento pero seguro…como si supiera exactamente a donde se dirigía, es decir a la nada».
Según la descripción de la novela, esta despedida se produce a la orilla del Danubio, con Pest al fondo, muy cerca del lugar donde hice esta fotografía. Budapest, a la que espero volver algún día, me gustó mucho; como todas las ciudades escindidas por un río. La mía también está dividida por un río (yo vivo en la otra orilla, enfrente, siempre enfrente), pero me gusta más Budapest.
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Más de lo mismo: –Cualquier supuesta «verdad» objetiva y especializada sobre las ciudades, no está a mi alcance. Lo único que sé y de lo que puedo hablar es de lo que realmente hago…? (más o menos, si tengo en cuenta que en mi acción hay decisiones y gestos inconscientes o automatismos y a veces, sin querer, o no, también plagios).
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…Y para seguir con el juego de imágenes contrarias, o más bien de los sentidos o conceptos que se me van ocurriendo, hoy, y sin salirme de Venecia, una fotografía EXQUISITA. No, no digo que sea una fotografía sublime, sino que su exquisitez radica en que es agradable de mirar y levemente sugerente. Transmite sensaciones gratas, tranquilas e incluso una más que probable estética apacible. Nada convulsa. Es bonita, y ya está, y quizá algo más, aunque no me atrevo a enunciarlo. Si hago caso a André Breton, el autor del mes, no podría llegar nunca a la categoría de bella porque: «La belleza será convulsa o no será», según dijo, con razón, el Papa Negro del Surrealismo…
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APUNTES DE UN VIAJE A ESTAMBUL DE UN HOMBRE SIN PROPÓSITOS (del uno al ocho de agosto de dos mil doce):
No, no quiero hacer una reseña cronológica de un viaje corriente a una ciudad excepcional y bellísima. Sólo quiero fijar el hecho para refutar a la desmemoria que avanza despiadadamente, y recordarme, y a quién pueda interesarle (unas poquitas personas distinguidas y muy apreciadas por mí), que no soy un perfecto viajero; pero tampoco un turista accidental (o quizá sí)…