"Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática". Friedrich Nietzsche
Son las doce de la mañana (aproximadamente) y la fiesta ha concluido. Los tamborileros cargan con su tambor a la espalda, yo guardo mi cámara y a los cristos y vírgenes de madera los meten en sus iglesias. Las calles y las ventanas se van vaciando hasta la tarde, que habrá otra sesión de divinidades sufrientes callejeando entre capuchones, pero ya sin tambores por lo que resultará anodino. Es hora de dar media vuelta y marcharse de Cuenca hasta cualquier año de estos.
Hay muchas más maneras de no ser que de ser. Jorge Wagensberg
DIGRESIÓN CUATRO. Forushande (The Salesman). El viajante. (2016) Irán. Guión y dirección: Asghar Farhadi. Intérpretes: Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi, Mina Sadati. Avalada por la Academia de Hollywood (óscar a la mejor película extranjera 2016) y por otros premios, además de celebrada por toda la crítica. Todos tienen razón: es una gran película. Intimista, potente, poblada por seres frágiles, temblorosos; aunque valientes. Muestra un micromundo en el que el azar, que también juega en la vida, entra por una puerta entreabierta y se cuela furtivamente para desencadenar un cataclismo. Los implicados enfrentan la tormenta como mejor pueden, con arreglo a su propia y existencial manera, como cada uno es, y en el relato de esos modos de reaccionar y actuar se sustenta esta historia potente y desasosegante. Lo esencial discurre en las acciones y expresiones de cada uno de los protagonistas y esas pulsiones te llegan en estado puro e intenso. Resulta poco importante, o al menos a mí me importó poco, la circunstancia sociopolítica de Irán, que Farhadi trata con fina e indirecta mirada, no exenta de sutil sentido crítico, me pareció. Emotiva, transcendente, esencial.
…Todo acabó para nosotros a las doce y media, más o menos. Después, subimos a la zona más alta de la ciudad, cerca del breve y casi extinguido castillo, descansamos al sol y comimos un poco. Iniciamos el regreso, aunque la fiesta seguía. Al bajar por las vertiginosas cuestas fuimos encontrándonos con otras procesiones, santos, bandas de música y capuchones de otros colores; pero ya nos habíamos cansado. A las tres de la tarde iniciamos el regreso; antes de alejarnos echamos un último vistazo a la extraña ciudad encaramada…
Una última cuestión sobre el estilo: el sin estilo o aparente incoherencia viene dado por múltiples razones. La versatilidad y rapidez de la toma fotográfica, permite enfrentarse en periodos de tiempo muy cortos a las infinitas apariencias de la realidad; además, uno es uno y muchísimos más que se manifiestan sorpresivamente, y si esas múltiples y a su vez desdobladas percepciones y estados de ánimo te pillan con una cámara en la mano las variables son inacabables. Luego la mecánica del lenguaje te puede conducir a una desconcertante y lógica falta de estilo definido. Por tanto, en una obra fotográfica puede ser que sólo haya un cierto hilo conductor, visible para los muy entrenados, y desde luego difícilmente encasillable. Si cada uno de nosotros es capaz de tener diversas y complejas lecturas de lo que nos sucede, si el mundo es más diverso todavía, y las velocidades de obturación son vertiginosas, cómo narices se consigue tener un estilo?.
EL MUNDO DEL TRABAJO (por cuenta ajena) I: Al parecer hay muchos parados. Yo no lo sé a ciencia cierta, pero supongo que sí, que hay muchos. Sin ir más lejos, yo mismo estoy parado. No trabajo, no hago nada. Cuando cumplí cincuenta años, la empresa donde llevaba haciéndolo desde hacía treinta y tres, me señaló la puerta y me invitó, finamente, a que la cogiera. Lo que me dijeron sin decírmelo: -qué te parece si te largas, no nos aportas nada en especial y podemos prescindir de ti. Cuando te vayas no te echaremos de menos, más bien será un desahogo. No te vamos a despedir, nuestra política de relaciones laborales no considera que haya motivos para ello; pero si te parece te prejubilamos-(a buen entendedor pocas palabras bastan). Dije que sí, claro, porque entendí perfectamente que en un sitio donde no te necesitan, y en el que tampoco se acordarán de ti cuando desaparezcas, lo mejor que puedes hacer es largarte con viento fresco. Eso hice. Podía haber intentado trabajar en algo para otras gentes y así neutralizar una cierta sensación de inutilidad, de excedente de por vida, de bulto sospechoso. Pero no, no me sentía capaz de hacer nada práctico por lo que alguien me pagara. Qué coño sabía hacer yo? Nada en absoluto. Entonces, para no desmoralizarme demasiado, o arrumbarme en el sótano, dado que mi futuro sería permanecer apartado de todo para el resto de mis días, decidí comenzar este diario. Llevo años haciéndolo pero no he obtenido respuesta por ello, como era de esperar. Es decir, sigo en la misma circunstancia que cuando me pagaban, nadie necesita de mi trabajo cada mañana, como me pasaba en el trabajo por cuenta ajena. Pero no todo son malas noticias, mi actividad actual nadie puede quitármela, solo yo decido en ella. Nadie me va a prejubilar. En eso he ganado. De cualquier modo las respuestas ajenas son lo de menos porque nunca las he buscado y no tienen importancia cierta. Ni esperado (bueno, al principio un poquito). Siempre he sabido de antemano que no existirían. Por qué estoy escribiendo sobre todo esto ahora, ya que a estas alturas no necesito sincerarme sobre tema tan irrelevante; sencillo, porque me he tropezado con un poema de Wislawa Szymborska, que recomienda el modo de presentar un currículo (documento que me es completamente ajeno, nunca he confeccionado ninguno) que me ha encantado y quería colocarlo aquí como fuera. Pero como es largo y hoy ya no cabe, será mañana…
Llevo demasiado tiempo sin fotografiar. Este año apenas lo he hecho. Algo en Abril (lo del tambor en Cuenca), luego a Charlie en Mayo, (apenas dos rollos) y ya. Nada más. En Junio, seguro que nada de nada, y tampoco en verano, salvo que viajemos un poco. Me pregunto si volveré a fotografiar y qué podría ser. No me respondo. También si lo ya hecho bastará para cerrar el capítulo fotográfico de mi vida. A los que hacen les llega un día que dejan de hacer. Me parece que esa quiebra de la voluntad y el deseo nunca se sabe a priori, con antelación, simplemente sucede y creo que es indetectable ese momento entre el antes y el después de la decisión; es más, casi siempre se sabe después de que haya sucedido. También puede ocurrir que la muerte irrumpa en plena efervescencia creativa (sobre esta trágica circunstancia siempre me viene a la memoria, tristemente, Juan Muñoz, el artista y escultor). Al menos a mí, a mi nivel, eso ya no me pasará, no estoy en la efervescencia de nada. Absolutamente de Nada.