"Sólo son indispensables las cosas inútiles". Francis Picabia
Y El Fotógrafo dijo:
«No debo engañarme: No escribo ni fotografío para explicar nada, sino para no morir mañana, sólo por eso, nada más y nada menos».
MOSTRAR O NO. Dentro de 48 horas tendrá lugar un hecho casi olvidado para mí, lo que me lleva a reflexionar levemente. Se trata de una pregunta nuclear en el proceso de creación supuestamente artística, y es el mostrar o no a los otros el trabajo realizado que, dicho sea de paso «nadie ha encargado o pedido». Enseguida me vienen a la memoria frases hechas que he manejado en algún momento con mucho convencimiento, como por ejemplo «el fin último de una obra plástica es que sea vista, condición sin la cual el proceso está incompleto«; en fin, cosas así. Son frases con las que me he armado a veces para argumentar el derecho a molestar a los demás con «mis cosas«.
Otro matiz de la misma pregunta: está negada la existencia de una obra si esta no se muestra nunca? Objetivamente no, existe. Ha ocupado el tiempo, la voluntad y los recursos del creador (la inteligencia no siempre) y por lo tanto, aunque NO la inscriba en el «registro de los objetos existentes» ésta será hasta que ese mismo hacedor (versión terrestre de Dios) decida destruir lo creado; momento en el que el ciclo también podría considerarse cerrado. Por otro lado, está la voluntad de mirar y ver de los posibles espectadores. Cada una de las partes manda en el momento que le es propio. Eso sí, queda claro que sin el creador no hay caso y que de alguna forma, sin espectadores, el creador como tal es neutralizado.
Nuestro problema, el de los fotógrafos, es que la materia de nuestros sueños se llama realidad; es la realidad misma, inexorable y fatal. Se ve y se toca, se percibe y se siente como un elemento de la más desoladora y plana cotidianidad. Es en ese momento crítico de perplejidad e impotencia, de naufragio desesperanzado, cuando yo me aferro al salvavidas de las palabras. Qué sería de mí sin ellas. Evidentemente, no soy Edward Weston. Dice Magritte: «…lo que se puede ver en una imagen pintada que nos apasiona, queda sin interés si lo que se ve en la imagen se encuentra en la realidad…». La clave consiste en ir más allá (o más acá), y eludir las férreas argollas de la reproducción plana, sin sombras, en nombre de una supuesta objetividad; documentalismo a fin de cuentas. No quiero decir que con una cámara no se pueda trascender la tiranía de la «realidad», sin tener que modificar las prácticas connaturales al soporte. Se puede intervenir en la lectura de las imágenes objetivas mediante los encuadres, la luz, la intensidad, la sugestión, el misterio…y otros cuantos honestos recursos…pero también con las PALABRAS. Por qué no? Magritte lo hacía con los títulos de sus cuadros: «…Una imagen (después de haber sido concebida sin otro deseo que el de concebir una imagen bella) se puede unir felizmente a un texto…»ilustración» es una palabra que habría que suprimir. Es la «reunión» de un texto y una imagen elegida entre las que ya existen, lo que constituye el encuentro afortunado entre imágenes y palabras». René Magritte.
Título encontrado para unas cuantas fotografías como ésta: -el alma de las cosas-
Asunto: cumplir años III
sigo igual. Por la mañana, cuando me levanto, me miro atentamente el cuerpo, me lo palpo un poco, y no, no observo ningún cambio aparente. Debe ser que en el extranjero, como no me conocen, nadie nota el envejecimiento que indudablemente debe suponer un año más. O quizá es que gozo, sin saberlo, de una especie de moratoria, y más adelante tendré que pagarlo todo junto. No sé…
Hay personas a las que la vida les está esperando sólo al final de la propia vida. Enrique Vila Matas
(fotografía: masa informe de tiempo III)
SOBRE ARTE CONTEMPORANEO (una vez más). No soy un teórico del arte, y mucho menos del actual (existen otras acepciones del fenómeno, como: contemporáneo, vanguardista, moderno, etc, pero resultan más confusas). Además, tengo que confesar mi incapacidad para asimilar y manejar la teoría y crítica del arte de ahora. Sólo sé, que cada vez hace falta mayor aporte teórico o conceptual para sostener lo que, desde la mera capacidad de la percepción sensitiva, es difícilmente asimilable. Como uno de los muchos referentes que podría traer a colación se me ocurre la II Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla, comisariada por Okwui Enwezor y titulada con el neologismo «lo desacogedor». Uno de los periódicos que recoge el evento, muestra una fotografía de una de las obras: varios montones de vulgares ladrillos. Luego, el curador dice cosas como: «la gobernación global utiliza para diezmar y desgastar las interconexiones personales, redirigir la subjetividad o intensificar ciertas pasiones ligadas a la identidad». Creo que obras tan apegadas a lecturas conceptuales y sociológicas actuales, están abocadas a ser objeto de consumo mediático coyuntural inmediato, porque sólo hablan desde la razón a la razón del otro: la de hoy o como mucho la de pasado mañana. Luego, el malestar tendrá otras aristas (o lo desacogedor será otra cosa) y la chamarilería artística será inservible porque no va dirigida a los núcleos esenciales de las gentes, si no a determinadas y relativas circunstancias del aquí y ahora. Me parece.