"La vida oscila, como un péndulo, entre el dolor y el hastío". Schopenhauer
Veintiuno de mayo, jueves, por la noche:
Casi viernes, ya. Hoy ha tocado película
(otras noches también),
en este caso, Gangster nº 1. Excelente,
dirigida por Paul McGuijan,
con un Malcolm McDowell
sublime en su patética crueldad.
Naty y yo, después, tomamos una copa
y charlamos hasta muy tarde.
Lo mejor del día: la noche. Como siempre.
Veintiuno de mayo, jueves, nueve de la mañana:
He pensado seriamente
en incluir una nueva serie
en pepefuentes.com:
La habitación de retratar.
Retratos. Claro.
Me he animado un poco con la idea,
he contado los ya hechos y he llegado
hasta diez. –No está mal- he pensado
Luego, me he ensombrecido un poco y
repensado, retador y animoso:
-hasta que no tengas veinticinco, NO-.
El propósito es muy problemático:
casi siempre que lo propongo,
no sólo no me hacen ni caso,
sino que huyen y no vuelvo a verles.
Lo de retratar debe ser
una actividad apestosa,
y no me he dado cuenta.
Me consuelo diciéndome:
–que les zurzan-,
y me olvido de ellos.
Algo decepcionado por el inevitable
desequilibrio
en los intercambios con los demás,
la mayoría de las veces estúpidos y estériles,
dejo de pensar en -hacer- y decidido leer,
que siempre me apetece y consuela.
LA EXPERIENCIA DE VIVIR EL VEINTIUNO DE MAYO, JUEVES, DE ESTE AÑO, CONTADA EN SEIS DÍAS, PARA NO CANSARME.
Prólogo
En este diario voy contándome mi vida poco a poco, por escrito y con fotografías: las cosas que me ocurren o se me ocurren. Hace tiempo que llegué a la conclusión de que es lo único que me importa, porque a la militancia artística no le he sacado ningún provecho. Llevo empeñado en este propósito unos años; llegué a esta decisión de forma natural e ineludible. ¿Qué hacer si no? Ninguna otra actitud sería sensata y razonablemente gratificante. Pues bien, una vez escrito el texto y decididas las fotografías (puede parecer que no tienen que ver con lo narrado, aunque no es así: tienen muchísima relación), ocurrió lo siguiente: recibí el libro Lo infraordinario, de George Perec, libro que habla exactamente de lo que a mi me tiene felizmente ocupado. Claro, me ha faltado el tiempo para utilizar una cita de este libro como introducción (ayer) y otra de cierre (el próximo veinticinco). Es curioso como a veces encajan las cosas para echar una mano y que todo salga bien.
Veintiuno de mayo, jueves, por la tarde:
No se me ocurre ni una sola idea:
mejor, porque así no estropeo
un excelente día de sol.
Luego, antes del suplicio del Super,
una vuelta con Luís Cernuda,
recitando en el Ipod,
qué gran poeta y que voz
y recitado tan soso.
«Abajo todo, todo, excepto la derrota»
Luis Cernuda
Después del Super, donde,
una vez más,
no me he encontrado
con ninguna atractiva cajera;
un par de horas de irritantes tareas
domésticas. Me impacientan.
La terminación de la tarde
también es insustancial:
dos horas deambulando
entre unas cosas y otras
sin nada que paladear.
Veintiuno de mayo, jueves,
poco antes de la hora de comer:
No, esto no es un poema,
yo no sé escribir poesía;
simplemente, para no cansarme,
a veces me gusta colocar las palabras
en renglones más cortos.
Esta tarde tengo Supermercado:
detesto arrastrar un carro
por odiosos y feos pasillos
que te llevan a otro igual,
y a otro, y a otro.
Si al menos me gustaran
las chicas que se mueven
uniformadas por los pasillos, o las cajeras,
pero nada; no hay forma.
Llevo años sin encontrarme
con alguna a la que me apetezca mirar.
Sería mucho más entretenido.
Hubo una hace cuatro o cinco años,
que me resultaba atractiva,
pero duró poco.
Me entretenía maniobrar
para que me tocara su caja.
Debió darse cuenta que me gustaba,
porque me sonreía con simpatía.
Debería evitar los Super donde trabajan
chicas que no me atraen:
me obligan a ocuparme
sólo de los horrorosos envases y
productos plastificados.
Bajo del estudio y preparo
unas judías verdes con jamón
y un minúsculo filete.