El viernes transcurría levemente bajo el cielo encapotado, en Viena. Mi mirada resbalaba por las fachadas agrisadas y soberbias…
Veintidós de abril, jueves, día en el que ir a Viena era inexcusable. Ciudad majestuosa, bellísima y misteriosa. También propicia para el arte: el espíritu de tantos artistas que han vivido allí permanece latente. Uno de mis escritores, Arthur Schnitzler, nació y vivió en Viena. Escribió: Relato Soñado, visionaria y enigmática novela, en la que se basó Stanley Kubrick para realizar Eyes Wide Shut, una de sus mejores películas (todas fueron insuperables). Viena, perfecta para viajar en jueves, naturalmente. Llegamos a las cinco y media de la tarde. Dimos una vuelta, cenamos, tomamos unas copas en un bar moderno y ruidoso y nos retiramos al hotel. No ocurrió nada más…
…Por la tarde, con el sol por fin presente, la ciudad se exhibía luminosa. Volvimos a las calles, una, y otra, y otra, todas abarrotadas de gentes ávidas de luz. Buscamos sin suerte rincones donde habitara la belleza tranquila y apartada. Por fin, a media tarde, el pequeño espacio elevado sobre el nivel de la calle, frente al museo Albertina, con el centro de los edificios de enfrente a la altura de los ojos: un privilegio fotográfico infrecuente. Era el momento de quedarse quieto, con la mirada y la cámara atentas… Llegó sola y se apoyó en la balaustrada, de espaldas a donde me encontraba, mirando hacía el tráfico de la calle que discurría debajo. Negué la imagen por repetida. Esperé ansioso porque sólo me quedaba un fotograma y si lo cambiaba, en ese preciso momento (como siempre me ocurre), la mujer podría tomar alguna decisión que resultara nefasta para mi propósito. De pronto, como si estuviera oyendo mi deseo, se dio la vuelta y adoptó la postura que yo estaba implorando a la suerte. Para celebrar el momento, un pájaro cruzó vertiginoso el encuadre. Nada más fotografiarla se marchó. Cambié de rollo, tranquilo y complacido. Podíamos irnos ya…
«En eso se manifiesta el mediocre: en que, cuando el destino ha hecho lo imposible para configurarle individualmente, él sabe refugiarse, a cualquier precio, en lo típico». Arthur Schnitzler
«El principio y el fin de toda actividad artística es la representación del mundo que me rodea por medio de mi propio mundo, en el que todo esté reunido, ligado, modelado, reconstruido y recreado de forma y manera que me pertenezca». Goethe
NOTICIAS DE LA DICHOSA NUEVA WEB XXVIII: por eso, ahora, la dichosa nueva web representa mi mundo propio más íntimo al que no me atrevería definir nunca como poético, aunque me gustaría mucho que lo fuera. Nadie me dirá nunca si lo he conseguido, pero yo estoy obligado a componer mi libro, sí, porque ese afán ha constituido mi anhelo. Como tenía las palabras-fotografías, estaba obligado a encuadernar el libro. Lo que está sucediendo en estos meses es que me he enredado con la parte mecánica del propósito más tiempo del que sería necesario (algo así como si el poeta tuviera que encuadernarse el libro, o el fotógrafo fabricar las emulsiones). Después de hacer y rehacer decenas de veces ficheros, listados y bases de datos todavía me queda bastante de este esforzado trabajo. Veremos si lo consigo o perezco en el intento. Hace exactamente cinco minutos he detectado multitud de fallos con los que no contaba y que supondrán días y días de pesadísima tarea. Estoy tan cansado como el caballo de este héroe desconocido para mí. Quizá lo mande todo a la mierda. «Y me atormentaba la idea de que me faltara tiempo para realizar mi tarea». Albert Camus