La resignación ante el paisaje de siempre…
OTRA VEZ DE FERIA VIII: graciosa y objetivamente, prescindiendo de los rasgos que definen y consagran a los artistas contemporáneos y que no son otros que ser señalados por la comunidad del Arte Contemporáneo como tales, condición sin la cual nadie puede llegar a esa cumbre de enrarecida pero glamurosa atmósfera, algunas de mis fotografías podrían estar colgadas en una de esas espléndidas capillas, también llamadas galerías. Por ejemplo, aparentemente, si de salvar dificultades técnicas se tratara, cualquiera podría hacer un pequeño murete de ladrillos y ya está (había una obra en la feria que era precisamente así, aunque ya sea una idea muy utilizada, sobada) pero bueno, si ese murete lo firma alguien que tiene el título de artista, pues vale. Ítem más, sospecho que el Arte Contemporáneo consiste en que sea Arte Contemporáneo, y solo eso. Por otra parte, nadie que no sea artista contemporáneo construye un murete de ladrillos y además lo vende. Ahí radica la gracia del asunto. O estás en el rollo o no estás y si no estás no estás, puedes hacer carrera como albañil pero no como artista contemporáneo. En mi caso, por ejemplo, vi una secuencia (yo también hago esas cosas) de una mujer haciendo monerías en una paisaje con fondo de cielo y tierra y el horizonte como complemento visual; ahora, precisamente en estos días e incluso desde siempre, mi actividad fotográfica, entre otras, se ocupa de ese tipo de imágenes. Naturalmente, no me fijé en el nombre del fotógrafo artista (su obra estaba allí, en el mercado, luego artista sí que era). Pensé, tontamente, que algo en común teníamos, luego yo también debía tener algún rasgo de artista contemporáneo, como los albañiles, pero eso sin querer, solo porque sí. Pero no, esa coincidencia que podría denotar sintonía espiritual, no me otorgaba ningún título ni salvoconducto para el olimpo, porque tiene que existir alguien con autoridad que te cuele, que te presente: –ante ustedes un genuino y prometedor artista contemporáneo-. Otra cosa no sirve. El caso es que esa secuencia fotográfica del artista solo la miré de reojo mientras pasaba de largo, sin sentir ningún interés. Sencillamente su causa no era la mía, por mucho que sus fotos y las mías se parezcan. Por qué, sencillo, el autor era artista y yo solo albañil (no creo que los albañiles sientan interés por el arte de vanguardia). Con fotos como la de hoy solo intento satisfacer la curiosidad de saber cómo me saldrán. Ah, y pasar un ratito en el campo. Al menos de eso me libro, de ser artista y de tener que actuar como tal. Y de tener que llevar mis ocurrencias campestres a un galerista diciéndole que son –mi última aproximación a la interrelación del hombre actual, tecnológicamente avanzado con la perplejidad y desconcierto que le provoca la naturaleza, en este caso, un abandonado montón de piedras de dudoso y hasta misterioso significado-. Sí, ese sería el mensaje para que mi hipotético e invisible galerista se lo dijera a los críticos y coleccionistas y que todo siguiera funcionando como el Arte Contemporáneo necesita, y así ser todos muy felices…
DIARIO ÍNTIMO (13)
Esta entrada tendría que ser la once, y luego la doce, claro. Ambas están escritas, pero se me olvidó publicarlas, así que esta es la trece, para que el hilo de mi vida no se me pierda.
Miércoles, diecisiete de noviembre de dos mil veintiuno.
Hoy me ha caído encima el desánimo como una losa insoportable e inclemente. Me he despertado a las cuatro, intranquilo, como si una barahúnda de pesadillas hubiera tomado posesión de mi sueño.
Una de ellas, la más escalofriante, era una gran lengua bífida que me rodeaba el cuello y apretaba y apretaba hasta que mis ojos explotaban. No, no había explicación para esa terrorífica monstruosidad. Me desperté.
En las brumas de una somnolencia sobrecogida seguían apareciendo aberraciones que pensé en dictar o retener de algún modo para trasladarlas al lado consciente, pero el propósito me despertó completamente y todo ese cruel aquelarre desapareció. Luego, lenta e imperceptiblemente volví a dormirme más tranquilo ya.
Me desperté tarde para mis costumbres. Mi perrito dormía a mi lado. Ha tomado la costumbre, en plena madrugada, de venir desde su cama en otra habitación a pasar el resto de la noche a mi lado. A veces oigo su llegada, otras no. Pasamos todo el día el uno al lado del otro, salvo unas horas, las primeras del sueño. En cualquier sitio de la casa, donde estoy está él (me sigue a todos lados, es como una prolongación o protuberancia cariñosa de mi cuerpo).
Salimos a pasear a las nueve, muy despacito a un sitio abierto, seco, áspero, inhóspito, plagado de montones de piedras sin sentido. Territorio aparentemente feo, pero bello y sosegado para mí (estimulante para Míster Brown).
Me acompañaban una amplia variedad de pensamientos tristes, con completos desarrollos de desdichadas posibilidades hasta llegar a las más nefastas consecuencias. Cuanto más me adentraba en las simas de mi pesimismo más despacio caminaba. Por un momento llegué a temer que no conseguiría volver nunca a mi casa y que me quedaría vagando por el campo yermo para siempre. Hasta Charlie se alejó de mí y no volvió hasta dos horas después.
Por fin conseguí volver, casi a la hora de comer.
La comida, pobremente cocinada, no me aportó ningún estímulo y mucho menos satisfacción.
A primera hora de la tarde ya llevaba doce horas de decaimiento, luego ni por lo más remoto pensé que el resto del día fuera a mejorar.
A las seis de la tarde (ahora mismo) mi estado de ánimo no solo no mejoraba, sino todo lo contrario. Haré un último esfuerzo en buscar una fotografía para semejante mierda de día, luego apagaré el ordenador, me iré a la sala de no hacer casi nada y probablemente intentaré leer, o ver alguna película que no añada más conflicto al que ya tendré a esas horas. Me acostaré muy pronto. Menos mal que al vacío siempre le queda el recurso del sueño con el que paliar un estado de consciencia desvitalizada, melancólica y que no anuncia nada bueno.
La Fotografía: Una pesadilla… un paseo intranquilo que no acababa nunca… una tarde triste… una cabeza seccionada por una maligna lengua bífida.