El turgente culo de un conejo muerto y desollado…
UNO de OCTUBRE: llevo un mes abriendo libros que después de unas páginas cierro. Ayer leí unas cuantas de La educación libertina, del muy joven Jean-Baptiste del Amo (nieto de emigrantes republicanos españoles), por la que obtuvo el premio Goncourt de hace cuatro años. Pero me abruma su prosa excesiva, barroca, efervescente y afectada; colmada de metáforas e imágenes. Enfática y en ocasiones superflua, y por ello, con frecuencia, imprecisa. No obstante, muchas de sus construcciones me llaman la atención, a pesar de estar tan alejadas de mi visceral y humilde minimalismo, como:«las tripas caían al suelo haciendo un ruido mate, y la sangre se derramaba en hipos empalagosos» y así todo (me llamó la atención la construcción utilizando la palabra «mate» por la connotación con el papel fotográfico, que no utilizo nunca, por cierto). Decidí hacerme con esta obra por una estupenda crítica de no recuerdo quién, cuando apareció la edición. Ahora se acaba de editar La sal, de la que hizo una intensa y elogiosa reseña hace unas semanas Jesús Ferrero, autor de confianza. Sobre La educación libertina, dice Ferrero en esta última crítica: «Lejos de ser una novela sobre el libertinaje, es una novela sobre la angustia de ser, de crecer, de vivir y de morir, escrita en una prosa fulminante y brillantísima, que embriaga por su belleza estética y quema por su violenta hondura» (seguro que tiene razón, luego no me estoy enterando del asunto, como siempre). De todas formas, algo debo intuir, porque a pesar de que su estilo me irrita por profuso, me resisto a abandonar el libro. Quizá sea porque presiento que aún tengo perfiles y texturas por descubrir en este autor, aunque sólo sea porque me recuerde al naturalismo descarnado de Zola, que tanto me gustaba en mi adolescencia…
DIARIO de las otras COSAS 18
Viernes, cinco de febrero de dos mil veintiuno.
Sí, porque los que queremos mantener una cierta unidad económica, social, política, y sobre todo y especialmente, cultural, tenemos que detener el creciente y “progresivo” chantaje, además de la diaria afrenta e infamia a la que nos someten nuestros declarados enemigos. Lo inaudito e increíble de esta situación que estoy, con un cierto desaliento, reduciendo a términos beligerantes donde no es posible el diálogo a no ser en términos de claudicación, es que los máximos responsables de mantener el orden constituido, es decir, los gobernantes del estado, se han pasado a las filas enemigas y sabotean a su propio país facilitándoles el acceso por puertas traseras a cambio de poder temporal. Es inconcebible mayor inmoralidad. No obstante, conviene no pasar por alto que cuando una unidad se fracciona, como mínimo en dos partes (ahora da igual, una vez roto todo, que sea en dos o treinta y tres partes), no hay solo un culpable sino muchos más. Aquí, en el tablero, se ha jugado una partida en la que cada uno de los actores ha procurado sacar adelante sus intereses, a saber: los nacionalistas-independentistas vienen luchando con tenacidad obsesiva propia de fanáticos e iluminados (luego peligrosos), por la consecución de sus sueños y creencias; los ideológicamente antisistema, han basado sus estrategias y acción en la deslealtad y la traición por creerse también en poder de la verdad (el fin justifica los medios); los prosistema, léase conservadores, han actuado con dejadez, indulgencia y flacidez, y, finalmente, la población en general, es decir todos nosotros, nos hemos entregado al conformismo, la indiferencia y la irresponsabilidad (los que no luchan nunca ganan nada). Nos da exactamente igual lo que pase con nuestro país. No nos sentimos involucrados en ese compromiso. O, dicho de otro modo, somos y seremos víctimas de embaucadores, mentirosos y populistas. No soy un augur pero estoy convencido de que la pasividad de la mayoría de los votantes permitirá el peor futuro y escenario posible. Se está dando una alineación de planetas (léase conjunción de circunstancias adversas) que provocará la tormenta perfecta. Yo, sin ir más lejos, tampoco lucharé por nada, lo que quiero ser es un puro abstencionista el poco tiempo que me quede…
La fotografía: La península ibérica fue conocida en tiempos inmemoriales como la tierra de los conejos “…Por ello, los fenicios llamaron a esta región «i-shepham-im», que se podría traducir como ‘costa o isla de conejillos de roca’. Es más, una de las primeras monedas que acuñaron llevaba grabada la imagen de un conejo”. Efemérides (web). Ahora, los conejos, completamente desollados, somos todos nosotros.