Apuntes psicoanaliticos I
Aquí nos instalamos mi mujer y yo cuando nos casamos. La casa era nueva, la hicieron los dueños de la propiedad para nosotros. Estaba en lo alto de un cerro bajo, rodeada de piedras y maleza. Enseguida se cayó una parte. Era una casa pobre de piedras mal juntadas, con techos de cañizo por donde se colaba el sol y el agua (una vez, también una culebra que cayó sobre la cama con un ruido sordo). No había agua y teníamos que ir a buscarla con una borrica a un pozo que se encontraba a dos kilómetros. Tampoco había luz, guisábamos en la lumbre y nos alumbrábamos con un farol de aceite, nos acostábamos apenas anochecía y el único entretenimiento consistía en escuchar una radio a pilas. Teníamos una borrica fuerte que guardábamos en la cuadra, al fondo del pasillo. También una perra pequeña y lista que se llamaba Cuca.
DIGRESIÓN CUATRO: Nelyubov (Sin amor). Rusia (2017). Guión y dirección: Andrey Zvyagintsev. Intérpretes: Maryana Spivak, Aleksey Rozin, Matvey Novikov, Marina Vasilyeva, Andris Keishs, Alexey Fateev. Andrey Zvyagintsev conmueve. Lo hace porque despoja a sus personajes y a sus historias de cualquier detalle o retórica accesoria. En esta, los protagonistas, una pareja joven que se encuentra inmersa en un irreversible proceso de separación, no sabe qué hacer con su hijo de once años. Un estorbo para poder vivir sus sueños de plenitud amorosa con un nuevo enamoramiento imposible. Han comenzado su vida en pareja muy jóvenes y creen que ese circunstancial estrechamiento en sus vidas les ha imposibilitado tener más experiencias y posibilidades. Humano, muy humano. Su poderoso impulso de seres insatisfechos que aún no se han rendido les hace sentirse aferrados a la vida, aunque sea amargamente. Quizá podrían haber crecido de modo más natural, acompasando las vivencias a la edad, con un tempo existencial y emocional más equilibrado, aunque eso tampoco les habría garantizado nada porque la insatisfacción, esa gangrena agazapada en el alma, está siempre dispuesta a saltar sobre su presa. Dramática autofagia contra la que es imposible rebelarse. No hay ni paz ni sosiego para los que están aquejados y poseídos por ella. Todos los humanos lo estamos en alguna medida, la única diferencia reside en el modo en que la gestionamos. Hay fórmulas tangenciales de canalizar la ansiedad, con anhelos que no tengan que pasar por la necesidad de mantener siempre alimentada la hoguera del “amor”, ese fuego que casi siempre conduce al desastre. No hay solución para esa enfermiza impaciencia. En esta soberbia y sobrecogedora película se muestran en carne viva los males que causa la permanente e ineludible insatisfacción existencial. Las interpretaciones, el ritmo narrativo, los escenarios, la luz, los silencios, el frío, la ominosa y enfermiza humedad que impregna todo, la oscuridad en la que viven los personajes hace que la historia avance hacia un desenlace fatal e ineludible. Una obra maestra.
«…un aire inconfundible de estar viviendo en lo obstruido, lo precario, lo inerte, lo incierto, lo aterido, lo aterrador, lo inhóspito, lo inconsolable». Enrique Vila Matas
Y El Fotógrafo dijo:
«No importa lo que fotografíe, porque sólo será cualquier cosa, prescindible, por supuesto; o tal vez un eco perdido en lo más recóndito del subconsciente del fotógrafo, y eso no será esencial; lo que realmente importará es el sentido o sinsentido con el que impregne la imagen que cree.»
…En otoño anochece pronto. Todo termina antes. Sólo tenía alguna vaga idea de lo que quería hacer. El resto lo aportarían el azar, los impulsos, algún que otro fogonazo intuitivo o simplemente la repetición de lo mismo con variables. A veces, la fotografía sólo llega en el momento de las variaciones sobre un tema. No esperaba que las escaleras las frecuentara nadie, pero no fue así, de vez en cuando, a intervalos de diez minutos, más o menos, bajaba o subía alguien. Hice diversas tomas; figuras en movimiento y sombras. También, utilizando los elementos que me ofrecía el escenario: una puerta, farolas, árboles, escalones, ventanas.
«El futuro de mis fotografías«. Sólo eso. Así se titula esta fotografía. No suelo poner títulos a mis imágenes, salvo raras excepciones, como en este caso. Para que a alguien se le considere «artista» sus obras deben ser «artísticas«. No es mi caso, sencillamente porque nadie ha dicho que mis fotografías sean artísticas. Si lo fueran, esta fotografía podría titularla: «El futuro de mi obra» y no como la he titulado. Bien es verdad que, entonces, seguramente no la habría realizado nunca, porque al ser «artista» mi «obra» también lo seria y viceversa; luego ambos tendríamos un futuro (y presente) más halagüeño que el que muestra esta «obra» artística y no artística al mismo tiempo. Algunos conceptos inspirados en Félix de Azúa: -la obra siempre es anterior al artista, o dicho de otra manera: puede existir la obra de arte y no el artista (creaciones anónimas); pero no hay artista sin obra-. A partir de ahí, a qué se puede considerar -obra de arte-? No tengo ni idea; es un asunto intensamente filosófico. Si recurriera a definiciones de prestigiosos pensadores y estudiosos de este inaprensible asunto, o al análisis de lo que se ha considerado como tal en las distintas épocas, atisbar un concepto mínimamente coherente me llevaría muchísimo tiempo y de eso ando muy escaso; sencillamente porque tengo que seguir a lo mío, que no es otra cosa que realizar fotografías que renuncian a cualquier idea de futuro (y presente) artístico. La Wikipedia (que aporta información sobre todo, divino o humano) dice: «Establecer si un objeto es una obra de arte o no, es un problema insoluble sin el establecimiento de criterios frente a los que se rebelan los propios artistas que buscan la provocación; se suele apelar al mérito, un rasgo de imposible objetivación. La expresión francesa objetd’art («objeto de arte») alude al que se percibe como poseedor de mérito artístico». Ya sabía que no me sacarían de dudas. Félix de Azúa, en su Diccionario de las artes, también entra en el juego de lo imposible: conceptualizar los requisitos para que una -obra- pueda considerarse -artística-: «En la actualidad es arte únicamente aquello que los media (y el llamado «mundo del arte», que es el servidor de los media) deciden que es arte». Como no conozco a ninguno de esos tipos o colectivos, los «media«, o como quiera que se llamen, esta fotografía se seguirá titulando «El futuro de mis fotografías», porque es incuestionable que he realizado y tengo guardadas miles de fotografías físicas, reales, que se pueden ver y hasta tocar (con guantes, claro), y que como objetos será preciso, en algún momento, decidir el modo de hacerlas desaparecer como cualquier molesta excrecencia. Fin de esta premonitoria y necesaria historia para orientación de quienes tengan que llevar a cabo la molesta e higiénica tarea en un futuro próximo.