"Su vocación de penumbra, su costumbre de olvido…" Álvaro Mutis.
…Parece una coincidencia sin importancia el que mis últimas lecturas tengan como telón de fondo la muerte. Pero no debo preocuparme si atiendo a Mankell (la muerte forma parte de la vida, dice, aunque me cuesta creerlo). ¡No pasa nada! seguiré con Arenas movedizas. Es una obra inquietante, vital y desoladora al mismo tiempo. No le había leído antes y se me ha presentado de pronto en la distancia corta porque se ha muerto y me he enterado. Si te diagnostican un cáncer te mueres. Si no, también, pero de otro modo. El cáncer siempre es sucio, túrbido, tenebroso. Su crueldad es infinita: te mata lentamente en una lúgubre tortura entre dolorosos e inconsolables espasmos. Sin solución, infalible y letal. Odioso.
DIGRESIÓN UNA (4ª). Arenas Movedizas. Henning Mankell (2015).
«Naturalmente, pueden producirse rupturas de diverso tipo, pero puedo decirme con tranquilidad: así fue mi vida». H.M. Podría escribir sobre esta obra hasta finalizar el mes, pero no lo haré (yo tampoco quiero hacer esfuerzos totalizadores, me matarían), así que mi homenaje total lo dejaré en tetralogía y un epílogo. Acabo mañana, aunque citas suyas seguirán apareciendo en este diario de vez en cuando. «Ahora que tengo cáncer comprendo muy bien la sensación de extravío. Me encuentro un laberinto que no tienen entradas ni salidas. Sufrir una enfermedad grave es haberse extraviado en el propio cuerpo, en el que sucede algo que uno no puede controlar». H.M.
La sencilla grandeza e indudable interés de esta obra radica en que ahora que podría entregarse a una justa y justificada apocalipsis no lo hace porque sabe que un solo y pequeño testimonio sobre hechos, experiencias, conocimientos o mundo de intereses es suficiente para decir mucho sobre sí mismo. «La vida se compone, por lo general, de casualidades que se cruzan en nuestro camino y de nuestra capacidad para adoptar decisiones conscientes según la situación». Henning Mankell.
Claro, al fin y al cabo cada uno llegamos a nuestro lugar natural porque los hechos que nos constituyen quedan fijados indeleblemente y nos salvan o nos condenan, o más bien ambas cosas a la vez.»En la muerte no existe el tiempo, no existe el espacio, nada. Mi participación en la danza de la vida ha terminado. Me he caído de la escalera de las edades del hombre en el último peldaño». Henning Mankell
DIGRESIÓN UNA (1ª). Arenas Movedizas. Henning Mankell (2015).
Era imposible que dejara pasar unas memorias escritas después de que su autor conociera un cercano y fatal desenlace para su vida. Le diagnosticaron la presencia de su ejecutor el ocho de enero de dos mil catorce y falleció el cinco de octubre de este año (veintiún meses después). Cuenta Mankell del día que recibió la noticia: «Después, mientras esperábamos un taxi (con Eva Bergman, su mujer) en la fría mañana invernal, no hablamos mucho. Yo creo que no dijimos nada». En el capítulo siguiente habla de un cuadro de Jonas Durch, que representa la familia del pastor Gustaf Fredrik Hjortberg, en la que están presentes tanto los hijos vivos como los ya muertos en el momento de la pintura. Son varios los resucitados para la ceremonia pictórica con la imagen del momento de morir (últimamente me persigue el fenómeno de los resucitados y siempre con la imagen última, por eso yo no quiero resucitar). Desasosegante. Sigue Mankell en capítulos posteriores: «…Cuando me dieron el diagnóstico de cáncer, fue como si la vida se encogiera. Escaseaban las ideas, una especie de paisaje desértico se me extendía por dentro, en la cabeza…Me llevó diez días con sus noches, con muy pocas horas de sueño, mantenerme en pie y no quedar paralizado por el miedo que amenazaba con destruir toda mi capacidad de resistencia…Al final logré trepar como pude para salir de la arena y empecé a enfrentarme a lo ocurrido»…
Estoy leyendo con sumo interés a Henning Mankell, concretamente Arenas movedizas. Sus memorias escritas después de que le diagnosticaran un cáncer con metástasis galopante e imparable. La novela-ensayo leída antes fue Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón (2005), autor al que no había leído. Me ha resultado especialmente interesante, por documentada, pulcra y delicadamente construida. Me han resonado demasiadas concomitancias con el presente de este país, donde hay gentes con amplio respaldo electoral que hablan con mucha convicción y desenfado de sistemas políticos que crearían, inevitablemente, férreas y trasnochadas dictaduras, checas y aberraciones semejantes. Espléndida y sencilla novela leída tardíamente (tenía que haber conocido antes alguna obra de Martínez de Pisón). Da escalofríos, el pasado, la actualidad y un posible y temible futuro…
DIGRESIÓN UNA (2ª). Arenas Movedizas. Henning Mankell (2015).
Mankell escribió decenas de libros en su vida y es especialmente conocido por su literatura policiaca y su personaje fetiche, el detective Kurt Wallander (ahora estoy probando golosamente con una de ellas: Asesinos sin rostro). Pero de lo que quiero hablar hoy, y también mañana, y hasta pasado mañana, tal vez, es de sus memorias. Que no lo son en sentido estricto o tal y como suelen ofrecerse, sino como reflexiones y tempos vitales tangenciales y sumamente elocuentes sobre el significado de vivir. En ningún momento pretende que su relato sea totalizador de nada. Él no se siente en poder de ninguna verdad, solo es un hombre que ha vivido durante un tiempo relativamente largo y que siempre ha pretendido ser honesto y coherente con su modo de ser y estar: «La vida es el arte de sobrevivir. En el fondo, no es nada más». H. M. Podría incluir decenas de citas, de relámpagos de sabiduría ejemplar de cómo ha hecho y ha resuelto su vida, pero no van de eso estas anotaciones, sino solo de unos apuntes a modo de homenaje, respeto y conformidad admirada a su obra y a su gesto titánico de última hora: «La vida es un viaje tumultuoso entre lo que nos causa miedo y lo que nos da alegría. En el mejor de los casos logramos atesorar buenos recuerdos a lo largo de ella. Por más que, en nuestro mundo, sean demasiadas las personas que se ven obligadas a olvidar para vivir». Henning Mankell